Dicen que sos polémico, sobrador, mal compañero y agrandado… Es un personaje insoslayable. Un protagonista permanente del espectáculo. Apenas asoma al campo de juego, comienza a navegar entre las aguas del amor y el odio. Una tribuna le demuestra su cariño y admiración. La otra lo agravia. En cualquier tiempo y lugar. --¿Por qué, Chilavert? --Yo soy como esas cosas que la gente quiere comprar, pero no puede porque son muy caras. Por eso, paso del amor al odio. Pero el odio me lo trasmiten sólo dentro del campo de juego. Después, cuando los cruzo en la calle me dicen: “Chila, sos un fenómeno, tendrías que jugar en mi equipo”. Ahí es cuando tomo conciencia de mi verdadero nivel dentro de la cancha. A mí me encanta que la hinchada rival me insulte. En ese momento siento que estoy peleando solo contra todos y me doy cuenta de que para ganar esa pelea no tengo que dejar que me desconcentren. Por eso disfruto cuando les demuestro que no lo consiguen, que estoy metido de lleno en el partido. Por eso también me gusta jugar a cancha llena. Porque el desafío es más grande. Como ocurrió hace poco, cuando Paraguay enfrentó a la Argentina por las eliminatorias del Mundial de los Estados Unidos. Esa vez, para ponerme nervioso, en lugar de insultarme me gritaban “iArgentina! iArgentina!”. Esa tarde estaba orgulloso de ser el arquero de la Selección de mi país. Y después me sentí orgulloso de mi desempeño. --¿Qué pasó con Ruggeri? --Nada. Nos sacaron una linda foto. Cara a cara. Él es un calentón como yo y los dos queríamos ganar. EL NUMERO UNO Chilavert es, para muchos, el mejor arquero de la actualidad. Uno de los que así opina es Carlos Bianchi, su director técnico en Vélez Sarsfield. Carlitos no tiene dudas. Es más, dice que, en estos momentos, está entre los cinco mejores arqueros del mundo y acota con ironía: “Los otros cuatro no los conozco”. --¿Sos el mejor arquero de la Argentina? --Sé que estoy en el mejor momento de mi carrera, pero de mí no hablo. Que opinen los periodistas. Sólo les pido que sean objetivos. Me parece que, hoy por hoy, hay pocos arqueros que alcancen mi nivel, pero a la vez reconozco que estoy jugando en el mejor equipo de la Argentina, en el que tiene la defensa más segura. No hay ni vanidad ni exageración en lo que digo. Lo demuestran los números. Fuimos campeones del torneo Clausura con sólo 7 goles en contra. En el Apertura, hasta ahora, nos convirtieron 10. Creo que haber recibido 17 goles en 34 partidos habla de un alto rendimiento defensivo. Un mérito que no es exclusivamente mío, sino de la defensa y del equipo. -- ¿Por qué pensás que estás en el mejor momento de tu carrera? --Por varias razones. Primero, porque tengo 28 años, la edad ideal para los arqueros, y después, porque estoy en un club donde se respalda a muerte a sus futbolistas. Un club que es el mejor en todo, hasta en la utilería. Y lo importante que es contar con una buena utilería lo saben solamente los que jugaron al fútbol. Además, caí entre un grupo de compañeros que es sensacional. Nunca me hicieron sentir que soy un extranjero. --¿Te pasó eso en algún otro lado? --Sí, en España. Creo que una de las mejores virtudes de los argentinos es la hospitalidad. Aquí nadie te hace sentir que naciste en otro lugar. En España, jugué tres años y medio en el Zaragoza y jamás me invitaron a tomar un café o a comer en la casa de alguien. Para ellos, yo era un sudaca, un indio. --¿Por eso regresaste a la Argentina? --De España me tuve que venir cuando hubo elecciones en el club y ganó un señor que quería a otros jugadores. Un señor al que yo le caí mal. Zalbe, se llama. No tiene trabajo conocido, pero hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero. Fuimos a jugar un amistoso en Washington y un residente español nos regaló 300 kilos de langostinos. Cuando regresamos a Zaragoza, en lugar de repartirlos este señor los vendió y se guardó el dinero. Después, por otras cosas, se tuvo que ir de España. TIRANDO LA BRONCA --¿Sos un tipo polémico? --Ahí está, ves, eso es lo que más me molesta del periodismo y de la gente. Dicen que soy un arquero polémico y para mí uno es polémico cuando tiene problemas con sus compañeros o con la justicia. Nunca los tuve. Adentro de la cancha quiero ganar. Siempre. Para bien mío y del equipo. Y afuera soy un tipo normal, tranquilo, retraído. Conmigo se fundirían todas las discotecas. Por ahí salgo a cenar o voy al cine o al teatro, pero a las doce de la noche ya estoy durmiendo. Me gusta estar en mi casa. Trato de descansar lo más que puedo. Me dedico al fútbol de la mañana a la noche porque sé que es una actividad corta. --Entonces, la fama de polémico es puro cuento, a tu juicio... --Pienso que desde afuera es fácil etiquetar a una persona. Sin fundamentos o sin conocerla. A lo mejor el que me califica de polémico lo hace porque siempre digo lo que pienso. Esa es una herencia de mi padre y estoy orgulloso de ella. Por eso digo la verdad de frente. Por eso lo que más odio es la falsedad. --También te acusan de "mandar en cana" a tus compañeros... --Para alguna gente "mandar en cana" es gritar o gesticular adentro de la cancha. Yo no lo entiendo así. Creo que una de las responsabilidades del arquero es mantener despiertos a sus compañeros, y yo lo hago hablándoles o con un gesto. Eso ayuda. A mí y al equipo nos dio buenos resultados. Y no existe ningún problema entre nosotros porque yo los conozco a ellos y ellos a mí. Para eso hablamos mucho en la semana. Son jóvenes y saben escuchar: ésa es una virtud que no tiene precio. EL MANUAL DEL ARQUERO A los 15 años, debutó en la primera división de Sportivo Luqueño, un equipo de media tabla en el campeonato paraguayo cuyos ídolos mayores, en toda su historia, fueron Silvio Parodi, Julio César Romero y Raúl Amarilla. Era –dice- un pibe flaco, humilde, pero ya con una personalidad muy definida. "La gente mayor se asombraba porque le gritaba a los más grandes". En 1984 pasó a Guaraní y fue campeón de su país. Ese año, integró la Selección Sub-20 que clasificó para el Mundial de la URSS, pero no fue porque lo contrato San Lorenzo. Cuando llegó al fútbol argentino tenía 19 años. --Resumí tu paso por San Lorenzo. --Llegué de la mano del dirigente Alfredo Lantarón, recomendado por López y Cavallero y el doctor Hugo Lobbe, que entonces era el médico del equipo. Tengo un respeto muy grande por San Lorenzo porque me sirvió para mostrarme en la Argentina. Además, fue como un trampolín porque a los 23 años ya estaba jugando en Europa. Cuando volví, tenía 27 y dije que venía a salir campeón. Y cumplí. Ahora, la Copa Libertadores me dará la oportunidad de mostrarme nuevamente en el fútbol internacional. --¿Cómo sos realmente, Chilavert? --Ya lo dije. En mi vida privada soy un tipo sereno, tranquilo. En la cancha me transformo. Siempre fue así. Desde la época del Sportivo Luqueño. Entro a la cancha y quiero ganar. Como sea. El temperamento a veces me hace arriesgar mucho. Contra Lanús, por ejemplo, perdíamos 1 a 0, salí a gambetear a uno y la tiré lejos, para que se dieran cuenta de que había que adelantarse. --¿Seguís las actuaciones de otros arqueros? --Veo todos los partidos que puedo, por cable o por videos. --Nombra a uno que te guste. --El belga Preud' Homme. --¿Alguna vez dijiste: me gustaría atajar como...? --Mi ídolo fue el alemán Schumacher. Me fijaba cómo salía del arco, como manejaba a la defensa. --¿Y en la Argentina? --Aquí aprendí de Fillol, de Gatti y de Pumpido. De Fillol, a salir a tapar los mano a mano; de Gatti, a salir del área y de Pumpido, la forma de pegarle a la pelota. --¿Y en España? --Ahí no. Ahí sí que no pude copiarle nada a nadie, iSon todos muy malos! --¿Quiénes son los tres mejores arqueros argentinos? --Gutiérrez, el chico de Huracán, Roa y Comizzo. --¿Por qué? --A Gutiérrez le veo unas condiciones bárbaras. Se quiere adelantar a las jugadas y eso a su edad es elogiable. Roa, debajo de los tres palos, hace sencillas todas las cosas y Comizzo tiene una gran facilidad para salir jugando y tapar los mano a mano. --Ninguno de los tres está en la Selección... --Esa es una decisión del técnico. Yo nombro los que me gustan a mí. Además puede pensar que son muy jóvenes y los arqueros necesitan ir quemando etapas, pero tal vez Comizzo ya está para el fútbol internacional. --Antes se decía que el de arquero era el puesto de los bobos y los gordos... --Era el lenguaje del potrero. En mi pueblo, en Luque, decían que jugaban de arquero los dueños de la pelota porque no podían hacerlo en ningún otro puesto. Pero no es así: un arquero tiene que ser inteligente. Juega en el puesto de más responsabilidad porque tiene que resolver todo en un segundo y además no puede fallar. --Decías que ves mucho fútbol internacional, ya elogiaste al arquero belga, ¿qué otros te gustan? --Schmeichel, el dinamarqués; el holandés Van Breukelen y el italiano Pagliuca. --¿Cuántos goles convertiste jugando en primera división? --Veinticinco. Todos de tiro penal. Los hice en el Luqueño, en Guaraní, en Zaragoza y uno en Vélez. --¿Cómo los pateás? --Miro al arquero y elijo el palo de acuerdo al movimiento que él haga. Si no se mueve, trato de fusilarlo. Soy zurdo, pero puedo utilizar los dos perfiles y además dicen que los zurdos le pegamos más fuerte a la pelota. --¿Y para atajarlos, tenés algún secreto? --Es una cuestión de suerte. --Goycochea dice que es una virtud. --¿Él dice que es una virtud? Está bien, es su opinión. --No sirve, por ejemplo, estudiar cómo hacen los que lo ejecutan habitualmente... --Sí que sirve. También hacer la lógica cuando te denuncian el perfil. O tener la picardía de hablarle al que lo va a ejecutar. Yo lo hago. Le digo: "lo vas a tirar a la derecha y te lo voy a atajar". O alguna otra cosa que se me ocurre en el momento, pero lo cierto es que el que lo ejecuta tiene un 95% de posibilidades de convertirlo. --¿Cuáles son las mejores y las peores cosas que tiene el fútbol? --Lo mejor del fútbol son los jugadores. De ahí para afuera empieza la falsedad. Lo peor es la violencia, en el fútbol y en la sociedad. AL PAN, PAN... Imposible soslayarlo. Siempre va al frente. En la cancha, con una personalidad avasallante: en la charla, con una franqueza abrumadora. No conoce los tonos grises. Para él todo es blanco o negro. Discute las críticas. No admite etiquetas. Es el abanderado de un Vélez que parece hecho a su imagen y semejanza. Que siempre quiere más. --Se viene un año movidito ¿Cuáles son tus expectativas? --Las mías son las de mis compañeros: queremos ganar el Apertura, la Copa Libertadores y a fin de año la Toyota. --¿Nada más? --Si hay en juego algo más, también. Por ser como es, por sus condiciones y su temperamento, la gente de Vélez canta y pide “…que lo vengan a ver…”. Por eso mismo lo agravia la hinchada rival. El saluda y navega entre las dos aguas. Las del amor y del odio. Entiende que las del amor son duraderas y las del odio se terminan apenas se cruza en la calle con ese mismo hincha que lo insulta desde la tribuna. EDUARDO RAFAEL
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Diciembre 2017
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