Lo dijo el notable José Luis Chilavert, luego de la noche en la que pasó de arquero a leyenda. “¡Vos sos mi papá! ¡Vos sos mi papá...!” Las rodillas de Carlos Bianchi no podían aguantar los 84 kilos plagados de gloria de José Luis Félix Chilavert. Los oídos de Carlitos sólo escuchaban la frase cargada de euforia y afecto del arquero. Todavía desparramado, el Mono Navarro Montoya mordía el césped del Amalfitani cuando el paraguayo pegó el salto y se abrazó con furia al entrenador. Había cumplido su sueño de los últimos dos años: hacerle un gol al arquero de Boca. Por eso el grito enloquecido, la carrera desenfrenada... --Siempre sueño con convertir goles. Porque yo trabajo para romper los moldes, para salir de lo convencional. Por eso creo que inventé un estilo: el de las agallas, el temperamento, el riesgo. Uno tiene que sacar pecho e ir a buscar la gloria, porque si no la busca, no la encuentra. —Pero no vas a negar que hacerle un gol de tiro libre a Navarro Montoya era uno de tus anhelos... --No. El enfrentamiento lo inventó el periodismo. Para mí, él no existe. Si hubieran hablado de un duelo Maradona-Chilavert, todavía. Pero no me pongan con Navarro Montoya. —¿El periodismo? Vos hablaste del Mono desde que le dieron el Olimpia. --Ustedes tratan siempre de polemizar para vender más revistas, diarios o tener más rating. Eso es real. En la semana ni hablé de Navarro Montoya... —No era necesario. Ya lo habías hecho anteriormente... --Él se metió conmigo cuando dijo que Vélez era un Fiat 600. Él fue quien habló. Es un desagradecido con el club que lo formó. Yo le voy a agradecer siempre a Vélez lo que me dio. Además, le mandó a decir a Bianchi que lo estaba cargando cuando me sacó para que entrara Guzmán. Eso sólo puede ocurrírsele a él. ¿Qué le pasa? Se tiene que preocupar por su bajo nivel y, fundamentalmente, por retractarse de haber dicho que Vélez y Chilavert eran un Fiat 600. De mí no se va a olvidar jamás... iFiat 600? Por favor... iSomos un Fórmula 1! Las luces del Amalfitani ya están apagadas y Chilavert continúa hablando. Afuera, dos mil personas lo esperan para abrazarlo, tocarlo, besarlo... --Siempre quiero hacer goles, pero para beneficiar a mi equipo, nada más. Hoy, además, para dedicárselo a mi papá en su día. Y a Bianchi, que es el padre de este grupo. Este es mi regalo de despedida antes de que viaje para dirigir a la Roma. Él se merece esto y mucho más. Es el mejor entrenador del mundo. —¿Cuál disfrutaste con más intensidad: éste a Navarro Montoya y Boca o el anterior a Burgos? --Por la instancia del campeonato, el de hoy. Encima, era un partido clave para nosotros. Otra ratificación más de que somos el mejor equipo de la Argentina. Y eso que no contamos con la prensa de equipos como Boca o River. —¿Por qué no disfrutas sin rencor? --Te equivocas, yo no soy rencoroso. Digo lo que siento. Soy frontal y no caigo en el doble discurso. No necesito del periodismo, no los llamo para que me hagan notas como hacen otros. —¿Otro mensaje al Mono? --Es que no me gusta la franela. Y Navarro Montoya es demasiado... diplomático. No se puede quedar bien con Dios y con el Diablo. Hay que ser sincero y frontal. Yo lo soy. —Bueno, entonces fue un gol especial. Además saliste disparado a patear el tiro libre. Ni miraste al banco para esperar la orden de Bianchi... --Caminé con muchas ganas. Me acordé de Bianchi, cuando nos pide que asumamos nuestras responsabilidades. Saqué pecho y fui a buscar el gol. La posición era ideal. Además, yo era el encargado de patear. Vi el ángulo favorable y me mandé. Cuando en Boca perdimos 1-0, le pateé al palo de Navarro Montoya. Él dijo que sólo le podía patear a ese lado, que no sabía cambiar. Se equivocó. A ver qué dice ahora... No todos tienen mis p... para patear un tiro libre. Sobre todo, siendo arquero. —¿Castrilli fue determinante en el resultado, José? --¿Por qué? No convirtió ningún gol. Vélez fue superior a Boca en todo. No necesitábamos de Castrilli. Para mí, hizo un arbitraje bárbaro. —Les dio un gol que no fue. --Lo dio el línea. Pregúntenle a Barrientos. Castrilli sigue siendo el mejor árbitro del país, cobró lo que debía. Que los jugadores de Boca digan lo que quieran. Lo que pasa es que en Sudamérica estamos mal acostumbrados. Cuando un ser humano imparte justicia, lo miramos con malos ojos. Y no es así. No le podemos faltar el respeto. Ojalá siempre me dirigiera él. En la cena de la noche del sábado, en el comedor del hotel Conquistador, el paraguayo no aguantó su ansiedad y le comentó Popeye Herrera, el Pacha Cardozo y el Negro Banegas, sus compañeros de mesa: “Si hay un tiro libre, lo tiro a colocar. Le voy a demostrar a ése que no solamente puedo patear al palo del arquero. Ya van a ver...” —¿Casualidad, destino, trabajo? --Nooo... ¿de qué casualidad hablas? Los que siguen los entrenamientos de Vélez saben que yo me quedo practicando tiros libres. —También tenés suerte. Un tiro pegó en el palo y salió, Pellegrino sacó en la línea otro... --Pero a la suerte hay que ayudarla. Acá hay un trabajo que respalda todo. ¿O pensás que Pellegrino estaba allí de casualidad? Ya no se puede hablar más con él. Los chicos desbordan a la custodia que lo acompaña hacia un remise y se abalanzan sobre su metro ochenta y seis centímetros. Apenas quedan flotando, en la oscuridad de un estadio aún conmovido, algunas frases dignas de su repertorio, al mejor estilo Chilavert. --Nací para hacer historia. El destino me marcó. Lo de Boca fue lo máximo, pero no va a cambiar mi forma de ser. Siempre fui humilde, cuando andaba en los 5 años tenía un solo par de zapatillas. La fama es puro cuento. ¿Si soy el mejor arquero de la Argentina? Soy el mejor del mundo, no sólo de acá... En la vida, los hombres tienen que ganar. Para eso se compite. Cuando se acuerdan de uno es porque se ha ganado algo. No todos tienen el privilegio de ganar cosas en el fútbol. José Luis Félix Chilavert González. El paraguayo que el 16 de junio de 1996, en su conocida cancha de Vélez, abandonó su traje de mortal para convertirse en una leyenda. MIGUEL ANGEL RUBIO
|
Digitalizado porArchivos
Diciembre 2017
Categories |