No fue del todo feliz la noche del regreso de Chilavert a Vélez. Veinte mil hinchas vibraron con su vuelta, pero el equipo apenas empató 1-1 ante Maracaibo, de Venezuela en su debut en la Copa Libertadores. Además, el arquero falló en el gol. “Aún recuerdo esa tarde y le sigo agradeciendo al técnico Pedro Fernández, que se la jugó por mí al poner a un chiquilín en el arco. Me fue a ver la familia entera, estaban todos, pero yo recuerdo especialmente a mi abuelo materno, que siempre me decía que iba a triunfar y que él iba a estar para verlo. Fue lo único que vio porque falleció esa semana. Fue como si hubiese estado esperando mi debut”. Anoche, casi un cuarto de siglo después y en algún rincón de un cielo que explotó en ovaciones, aquel abuelo piola, con buen ojo para vaticinar talentos, se habrá emocionado en el alma. Ahí estaba José Luis Félix Chilavert, ayer un pibe que en plena adolescencia se entregaba al bautismo del arco en Sportivo Luqueño y que hoy, consagrado, se reencontró con su amor más profundo... Volvió una noche Chilavert. Y sintió el mismo cosquilleo que en aquel invierno de 1981. Protagonista de la mayor gloria, campeón de las Copas Libertadores e Intercontinental en 1994, vivió otra jornada inolvidable. Su figura, radiante, opacó el partido ante Unión Atlético Maracaibo. Todos gritaron por Chi-la-vert, Chi-la-vert... Y, para jactancia de los fieles que consideran a su equipo el sexto grande, el estadio Amalfitani estuvo cubierto en gran parte, como en sus mejores épocas. Unas veinte mil personas coparon Liniers. Y se fueron con una sensación agridulce: felices, por el retorno de su ídolo, tristes, porque esperaban un triunfo y apenas arañaron un empate en la renovada ilusión de la Copa. Con algún kilo de más, llegó tarde en el gol de los venezolanos. Quiso cruzar a Mariano Martínez con el pie y pasó de largo. El delantero argentino desbordó, metió el centro y Colliard, con el arco virgen, grito para Maracaibo. No hubo reproches para el paraguayo, que había sido envuelto en aplausos desde temprano. Vestido de negro de pies a cabeza y con una colorada cinta de capitán en su brazo izquierdo, sintió el calor de los hinchas apenas asomó por el campo de juego. Se tocó el corazón, como queriendo decirles a todos ellos, que habían ido a verlo, que “Vélez es un sentimiento, a todos los llevo en el corazón...” “Que de la mano, del paraguayo, todos la vuelta vamos a dar...” Rugían las tribunas, con turistas australianos y daneses que no quisieron perderse la fiesta, y arrancaba el partido. Con Chilavert en el centro de la escena. El paraguayo no tuvo trabajo en el primer tiempo. A los diez, contuvo sin esfuerzo un remate de Maldonado. Tres minutos más tarde, le metió un pase gol a Roly Zárate, con la vieja fórmula que hizo famosos a Omar Turco Asad y a José Turu Flores, íconos velezanos. A la media hora, todos palpitaron con un tiro libre cerca del área. Y se escuchó Chi-la-vert, Chi-la-vert. Se soñó con su gol número 49 con la camiseta de Vélez, pero la pelota terminó en la autopista. En el segundo tiempo, hubo otros dos tiros libre sin destino pero, más allá del gol, dos buenas intervenciones. Hubo mensajes de amor en banderas. “Chilavert, mejor persona que arquero”, “Dios es paraguayo”, “Chilavert es locura” y otras dos con el rostro del número uno. Después, llegó el grito venezolano y la lógica desazón. Pero nadie podrá olvidarse del 10 de febrero de 2004. Como dijo Raúl Gámez, el presidente y mentor del regreso del Gardel paraguayo: “Con Chilavert, Vélez vuelve a caminar el mundo...” ►Brecha generacional ►Chilavert tiene 38 años. Nació el 27 de julio de 1965 y debutó en la Primera de Luqueño en 1981. No habían nacido Maxi Bustos (5-1-82), Sergio Sena (25-8-82), Leandro Gracián (6-8-82), Jonás Gutiérrez (5-7-83), Mauro Óbolo (28-9-81) ni Patricio Pérez (27-6-85). Casi un padre dentro de la cancha. PUNTO DE VISTA por SERGIO DANISHEWSKY Empate. Ese desahogo final es el que impide toda comprobación. Porque la duda surge solita: ¿habría terminado la noche con una sonrisa el hincha de Vélez, consumada la vuelta a casa del ídolo pero con derrota final? ¿O habría elegido canjear esa fiesta del comienzo por tres puntos que alimenten la ilusión copera? Dicho de otro modo: ¿Sirve tener al comienzo las manos rojas de aplaudir y al final las manos vacías de triunfos? Alguien decidió que fuera empate, para que la eterna disyuntiva del fútbol, fuente de discusiones inagotables, mantenga toda su vigencia. Y entre lirismos y pragmatismos, el paraguayo que ya es leyenda también habrá quedado en simetría absoluta: se sentirá conforme con la igualdad agónica, pero sabrá que deberá elevar su nivel si pretende más gloria. Minuto a minuto. ►19.45: El plantel de Vélez llega a Liniers. Los hinchas esperan a Chilavert pero el micro entra directamente al estacionamiento cubierto. ►21.40: Como capitán, encabeza la hilera y pisa por primera vez el césped del Amalfitani. Lo ovacionan y se lo ve emocionado. Va al sorteo con Dudamel. ►21.58: Los volantes no cortan el juego de Maracaibo. Maldonado llega por afuera, engancha y remata de zurda. Se agacha y contiene el primer tiro al arco. ►23.10: Se duermen los volantes y pica Martínez. Sale a cruzar, no llega con el pie y del centro convierte Colliard. ►23.39: Grita enloquecido el gol sobre la hora. Festeja el pobre empate y otra vez se va ovacionado por los hinchas. El paraguayo en la balanza ►Liderazgo. Su ascendente sobre el resto del plantel es notable. Ordenó a todos. “Vos sos el mejor del mundo”, le dijo a Leandro Gracián en la arenga, antes de salir a la cancha. ►Categoría. Mostró reflejos para contener dos remates desde lejos en el segundo tiempo, cuando el partido se hacía más complicado. En el primero casi no tuvo trabajo. ►Pegada. Sigue intacta. A pesar de un tiro libre a la tribuna en el primer tiempo, sus envíos complicaron a los venezolanos. En el final, casi llega un gol después de uno de sus centros. ►El peso. Parece tener unos kilos más que el resto de los futbolistas y no posee la figura de su última etapa en Vélez. Por eso llegó tarde en el gol de Colliard. Llamado de atención. ►Elasticidad. Le cuesta ir abajo. Cuando lo exigieron por arriba, respondió. En el momento en que le tocó ir abajo, no pudo llegar a tiempo, quedó en el camino y le hicieron un gol. ►Una fórmula repetida. En una mala noche de Óbolo, que está lejos de ser el Turu Flores o el Turco Asad, se insistió con el pelotazo largo. El delantero no anduvo bien y no lo ayudó. El número: 342 Fue el partido del paraguayo en Vélez. Llegó en 1992 y se fue en el 2000. En ese lapso, gano 9 títulos, 4 por locales y 5 internacionales. En su carrera, Chilavert convirtió 62 goles, de los cuales 48 fueron para el Fortín. De ésos, 34 fueron de penal, 12 de tiro libre y dos de rebote de penal. La computadora Chilavert tuvo un trabajo aceptable. Seguro cuando le patearon, flojo en la jugada del gol. Un tiro libre a la tribuna y otro que llevaba veneno. Pelotas Atrapadas: 5 / Pelotas Rechazadas: 1 / Goles Recibidos: 1 / Saques De Arco: 6 / Pases Bien: 5 / Pases Mal: 3 / Tiros Libres: 2 / Goles: 0. GUILLERMO TAGLIAFERRI
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Diciembre 2017
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