Chilavert y Rinaldi chocaron en las alturas y empiezan a aterrizar. San Lorenzo y Boca anticiparon lo que puede ser una definición... Dicen las malas lenguas que este maravilloso estadio mendocino Islas Malvinas, enclavado en el parque San Martín, es el más grande del mundo. Y para afirmarlo, no ignoran la normal capacidad que habla de 45.000 personas; prefieren tener en cuenta las veces que se llenó. Cuatro, exactamente. La primera, con la inauguración, por el '78, antes del Mundial. La Selección de Mendoza contra la de San Rafael, a reventar, entrada gratis. La segunda en el '79, cuando pasó el Valencia de Kempes. La tercera, un tiempito después, con un amistoso 1-1 de Boca y River, en día laborable y a las seis de la tarde. Y el último lleno total, antes del Mundial '82, provocado por la selección de Menotti, en un 2-2. Empató Boca con la viveza del Tuta Torres Así, como Chilavert, quedó todo el estadio. 87 minutos. Torres la recibió por izquierda, muy cerca de la línea de fondo, amago el centro y la clavó en el primer palo. SUSPENSO Y EMOCIÓN EN EL CAMPEONATO El domingo vuelve el fútbol con una fecha espectacular Boca-Temperley... Newell's-Independiente... Italiano-San Lorenzo... Talleres-Central. Cinco candidatos en cuatro partidos que se jugarán en las canchas y en las Páginas de El Gráfico. YO QUIERO SER CAMPEÓN CON SAN LORENZO CHILAVERT: "Tenemos hambre de gloria" Parecen dos personas distintas. Una, la que se luce en el arco de San Lorenzo y muchas veces promueve la ira de los rivales con sus actitudes extemporáneas. Otra, la que vive hace más de dos años en el hotel Escorial: este profesor de guaraní que contesta lo justo, que está ajeno a la verborragia, que sigue extrañando su Paraguay, que sueña con jugar en el fútbol alemán. Los 21 años de José Luis Chilavert dejan el margen abierto a las dos facetas. A esa que es puro temperamento y a veces descontrol en el campo de juego, y a esta otra, más reflexiva, más calculadora. —Mira, vivo en el hotel por una decisión propia. Me resulta más cómodo. No tengo que limpiar, no tengo que cocinar, y cuando me encuentro solo, bajo y charlo con los empleados o voy hasta la esquina para conversar con el diariero. —¿Nunca pensaste en comprar un departamento o hacer alguna inversión aquí en la Argentina? —Invierto, sí, pero en Paraguay. Allí compré algunas casas. Mi padre me asesora. Es contador público. —Por lo que escucho, no estás muy arraigado en Buenos Aires. —No es eso. Aquí estoy bien. Me tratan de la mejor manera. Tengo amigos entre el plantel de San Lorenzo: Giunta, Perazzo, Ahmed, Frutos... Pero siempre pienso en volver a Paraguay. No ahora, claro. Quisiera terminar mi carrera allí. Todo va a quedar definido después de que juguemos con Boca. Es el gran partido. Pero a mí no me quedan dudas: vamos a ganar el campeonato. No hay alternativa. —¿Y entretanto? —Por ahora, tengo la cabeza metida en San Lorenzo. En este campeonato. Después, ya veremos. Quisiera jugar en Europa, en el fútbol alemán... —¿En el fútbol alemán? —Sí, ¿por qué no? —No está mal, pero lo más común es aspirar a ir al fútbol italiano o al español... También me gusta la idea. Pero si me dan a elegir, prefiero Alemania Federal. Por su cultura, porque es un pueblo muy ordenado. Además, en Paraguay pasan siempre los goles del campeonato alemán. Me acostumbré a verlos. Me gusta cómo juegan. El público, todo… —¿Cuándo llegaste a esa conclusión? —Después de mi expulsión frente a River. Ese tiempo que estuve parado me sirvió para pensar. Para darme cuenta de que no me conviene reaccionar contra los árbitros. —¿Y contra los rivales? —No tengo problemas con los rivales. Algunos me critican porque piensan que salgo demasiado fuerte. No es así. Sucede que el arquero tiene que protegerse de la carga del delantero. Si no, te pasa lo de Islas. Mira como le quedo la pierna… —Puede ser, pero muchos también se quejan de lo que les decís. ¿Les hablas mucho? ¿Los cargas? —(Se ríe) No, sólo cuando van a tirar los penales. —También tuviste algunos problemas con tus compañeros. Por ejemplo, cuando en aquel partido frente a Gimnasia no quisiste jugar y debió hacerlo Cousillas. Él te había pedido que jugaras vos porque tenía problemas familiares y… — Eso ya pasó. Yo no quise jugar porque no me sentía anímicamente bien. Estaba el problema de mi contrato, la plata que nos debían. Ahora que paso el tiempo, me siento un poco molesto conmigo mismo. Lo hablé con Cousillas. Y también con Alul y Malvárez que se enojaron por mi actitud. Ha quedado totalmente superado. —Decime, ¿San Lorenzo se está cayendo? ¿Perdieron humildad? ¿Siguen estando para campeones? —Vamos a ser campeones. De eso no tengo dudas. Lo que paso en los últimos partidos fue todo fruto de la inexperiencia. El nuestro es un equipo muy joven. —¿Qué tienen para ser campeones? —Por sobre todas las cosas tenemos hambre de gloria. Ponelo así. Un hambre bien grandote. Además, hay varios jugadores fundamentales, como Perazzo, Ortega, Siviski, Giunta… Y no es sólo eso. Planificamos cada partido de acuerdo con el rival. Hacemos bien las cosas. —¿Y por qué se complican a veces, como frente a Racing de Córdoba? —Es que el problema de San Lorenzo pasa por no tener un conductor. Un tipo en el medio que piense, ponga la pelota contra el piso, cambie el ritmo. Eso sólo. Tratamos de compensar jugando en bloque y trabajando mucho durante la semana. Yo, desde el arco, lo veo bien al equipo. Cuando hacemos un gol de entrada las cosas se nos facilitan. Pero todo cambia si el gol lo hacen ellos. Comienza un poco la desesperación y eso está mal. Por eso te digo lo del conductor. Un tipo con la cabeza bien fría que nos contagie a todos. —El caso es que el campeonato tiene varios pretendientes. ¿Podrán aguantar hasta el final la embestida de Boca, independiente, los equipos rosarinos…? —Yo creo que sí. Vuelvo a decirte que es cuestión de serenarnos, nada más. Hay que ganarle a Boca. Si ganamos ese partido, nadie nos para. —¿Es el rival más difícil? —En estos momentos, sí. No veo la hora de que llegue ese partido. Me encanta jugar con las tribunas llenas, la gente gritando. Es bárbaro. Allí San Lorenzo juega toda su chance. —¿No los perturba nada extra futbolístico? —En absoluto. Todos los problemas que tuvimos el año pasado se fueron solucionando con la nueva comisión Directiva. La hinchada nos apoya, nos sigue a todos lados. No, no hay problemas. —Pero vos no actualizaste tu contrato… —Eso es verdad. Si todo sigue así, quedo libre a fin de año. —¿Seguirá así? —No lo sé. Hay grandes diferencias con la forma de pago. Soy el único que no arregló. —No te veo muy preocupado… —No lo estoy. Si me tengo que ir de San Lorenzo, no me faltara club. —¿Alguno de la Argentina? ¿Boca quizás? —No me hagas decir nada. Estamos jugando la final del campeonato y quedaría muy mal si hago nombres. ¡Claro que me gustaría ir a otro club grande! Pero por ahora no quiero dejar de pensar en San Lorenzo y en todo lo que nos jugamos en los próximos partidos. —Ni de cumplir algunas cábalas… —Por supuesto. La nuestra es salir del túnel con Perazzo adelante o conmigo. Y antes de subir las escaleras, gritar: ¡Por nosotros y por San Lorenzo! ¿O es al revés?... RODOLFO PIOVERA
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Diciembre 2017
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