Tiene 20 años, desde los 15 juega en primera, es profesor de guaraní, habla y piensa con sensatez... Nació el 27 de julio de 1965 en Paraguay. Llegó a San Lorenzo y triunfó. "Sé que dicen que los paraguayos escondemos la edad, pero no es así. Debuté muy joven. Una tarde, un café, un cigarrillo. Algunas aclaraciones y anécdotas entre sonrisas. “No soy loco, no soy cancherito, soy mal bicho... Creo, eso sí, que el fútbol es para los vivos, pero no para los deshonestos. Y que si le ganamos a Boca fue porque Pasucci es un ‘mentiroso’ (rie). ¿Sabés?. Siempre que hay un penal me arrimo al que va a patear y le deseo suerte. Después le indico donde me tiene que tirar para hacerme el gol... Bueno, a Pasucci le dije: "Si tirás a mi derecha es gol". Él me contestó: "Está bien, te la tiro a la derecha". Y bueno, la tiró a la izquierda y se la saqué... Le pasó por mentiroso... Y también sé que la historia de loco o de cancherito viene de ahí, de la historia de los penales… Porque le hablé a Marangoni en Mar del Plata y reaccionó mal. Y yo lo respeto a Marangoni pero logré mi objetivo al desearle suerte: que se pusiera nervioso... Con el Beto Alonso pasó lo mismo, pero el Beto reaccionó de otra forma. Me felicitó y me dijo: "Bien pibe, así se hace… Esto es de los vivos”. Exactamente lo que aclaró Nito Veiga cuando llegó a San Lorenzo. El fútbol hay que hablarlo, charlarlo... De lo contrario, es muy aburrido. Pero hay que hablarlo adentro... Yo a mis compañeros los vuelvo locos. Como de atrás tengo un buen panorama para observar, les grito, trato de ordenarlos... “En el fútbol hay que trabajar. Nadie te regala nada. Era un palito, entrené y miren el físico que eché. Trabajo es la orden. Trabajo y picardía”. Sus convicciones. Todos hablan en mayor y menor medida. Recuerdo a Donaires, vino a decirme de todo antes del partido. Me dijo que estaba “asustado”, en otras palabras, qué sé yo todo lo que dijo… ¿Qué sacó? Que me agrandara más y terminamos ganando dos a cero y a él lo terminaron reemplazando. A mí me gustan los jugadores caraduras, atrevidos pero no deshonestos. Esos que tiran la pelota afuera, que hacen tiempo, no, esos no sirven…” Una pausa para ordenar la historia. Para ir rescatando más imágenes en el tiempo, un tiempo que casi no tiene historia. “Es que a mí me vino todo muy de golpe. En el '80 llegué a las divisiones inferiores del Luqueño, tenía 15 años y un año después estaba en primera. Y de ahí no volví más a las inferiores. Jugué una Copa Libertadores y un Campeonato Juvenil Sudamericano… Es experiencia que voy adquiriendo. Mi caso es muy particular: yo jugaba en el barrio de Lúque (con acento en la primera ú), cerca del aeropuerto, de nueve. Un día mi hermano me mandó al arco y me gustó. Me podía revolcar a gusto y con dos o tres partidos me fui a probar al Luqueño y quedé. En 1984 me compró el Guaraní y a principios de año, San Lorenzo. ¿Ves? No hay historia, todo fue muy rápido. Un día llegó a mi casa el señor Lantarón-que me había visto jugar por televisión- arreglamos y vine a Buenos Aires. Debuté el mismo día que llegué. Ni siquiera tuve baldío como les llaman ustedes, porque mi madre no me dejaba jugar y eso que mi padre fue 9 en el Rubio Ñu y mis hermanos también jugaron. Hoy, Rolando, el segundo, está en la Selección Paraguaya. Pero mi madre quería que estudiara, que no me pasara nada. Así terminé el bachiller y me recibí también de profesor en Guaraní. Ahora en Buenos Aires, voy a revalidar el título secundario porque quiero seguir inglés. El fútbol se acaba y hay que tener un reaseguro… Claro que a mí todavía me falta mucho... Recién tengo 20 años, mirá si me queda. Me queda salir campeón con San Lorenzo y si no es este año, será el que viene, brindarle muchas satisfacciones al club, luego irme a Europa si puedo y si en Paraguay se acuerdan de mí, tal vez jugar un mundial con la selección de mi país…” Buenos Aires está ante sus ojos. La mira, la observa atento. Ve el transcurrir de los porteños y se ríe. Saca conclusiones también de este nuevo mundo. “Mira que son apurados ustedes. Siempre andan rápido. Yo ya me acostumbre, aunque al principia me costó. En Asunción todo es más calmo. Tengo que agradecerle mucho a Buenos Aires, a su gente, desde el primer día me trataron muy bien. Siento que me quieren, que el fútbol lo viven con una pasión terrible. Eso fue lo primero que me asombró: las hinchadas. Hay que aguantarlas. La de San Lorenzo es fantástica, te sigue en las buenas y en las malas. Por ellos quiero quedarme. Los otros días terminó el partido con Ferro y vinieron a abrazarme y a decirme que ya habían juntado 1.600 australes para comprar el pase. Eso me emociona y te hace redoblar el esfuerzo para andar mejor. Por eso quiero ser campeón con San Lorenzo. Esa pasión a veces les hace decir cosas de otra manera, confundirlos. Por ejemplo, todo el lío que han armado con la selección: Bilardo, Passarella, Menotti, los periodistas, los dirigentes. Yo, que soy neutral, creo que todos tendrían que tener un gesto de grandeza: reunirse y hablar. Es decir, sentarse y que cada uno diga lo que piensa. Si alguno se equivocó, que no se enoje y lo reconozca. Por ejemplo, que Bilardo no se enoje si le dicen que no puede decir que Passarella no es el titular, porque Daniel ya hizo méritos de sobra como para jugar. Que a nadie le duelan las críticas. Discutiendo las ideas se logran resultados. Argentina tiene que ser campeón del mundo, pero todos tienen que apoyar. Yo en la selección juvenil lo hice. Todos discutían, peleaban, daban su opinión. Un día reuní al técnico, a los periodistas, a los dirigentes, a los jugadores y por primera vez salimos sub-campeones de un torneo sudamericano. Aquí se tiene que hacer lo mismo, para eso hay que tener grandeza y muy claras las ideas”. Después, el final de la charla. Las últimas opiniones hasta la próxima nota, que según el hombre-pibe será muy pronto, cuando San Lorenzo sea campeón. “El mejor aquero del país es Islas, un monstruo. Los mejores jugadores de campo son Francescoli y Perazzo. El uruguayo en toda la cancha, Walter de la mitad de campo para adelante. Gatti es un buen arquero pero tiene un defecto: no sabe cortar los centros. Creo que es un ídolo y no tengo nada contra él, pero esa es su falla, igual que Fillol. Al Pato le pasa lo mismo, pero ahora se nota más porque los reflejos no son los mismos. En el ’78 fue el mejor de todos. Mi arquero modelo es Schumacher, el alemán. Nito nos paró en la cancha, nos agrandó, terminó con la improvisación y ahí los resultados. Ahora sabemos a qué jugamos. El campeonato lo pelearemos con River, estoy seguro. Y anoten estos nombres: Galvanese, un Borghi en potencia y Angel Bernuncio, un volante tipo Gallego. Nito ya los tiene en cuenta. ¿De San Lorenzo? Todos, todos son unos fenómenos. ENRIQUE ROMERO
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Diciembre 2017
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