Habla de San Lorenzo; de su relación con Bora, de su contrato sin arreglar, de sus colegas del arco. El paraguayo, a los 22 años, y estas reflexiones sin guardarse nada. Mbaé pa reicö, chamigo? —No, así dicen los correntinos o los formoseños. Allá en Paraguay decimos: “¿Mbaé pa reicö, kuimba'e?” —Está bien. “¿Mbaé pa reicö, kuimba'e?” La sonrisa mansa pareció trasladarlo a su Paraguay, la tonada dulce devolvió aquel sabor de su diálogo adolescente, la lluvia sin tregua lo puso en la realidad: estaba en Buenos Aires, está desde febrero del '85, y parece que algunas cosas cambiaron para José Luis Chilavert. ¿Algunas pocas, muchas... o nada? A ver... --Me decías lo de la fama… —Me hicieron fama de malintencionado. —Ayudaste con algunas actitudes. —Lo que pasa es que al fútbol lo vivo de adentro, concentrado, llego al arco y sé que es un poco mi vida. Siempre digo que en el fútbol cada uno defiende lo suyo. Aparte, el arquero dentro del área tiene que salir fuerte porque va al descubierto. Una cosa es fuerte, la otra es malintencionado. —Dejo el margen de duda. Parece que ahora cambiaste. —Cuando estuve con mis padres en Paraguay, en el receso, pensé bastante, lo charlé: la imagen que tenía no me convenía. Si soy así, la gente no me va a saludar, me va a dar vuelta la cara, pero ahora ya no. Muchas veces me encuentro con jugadores en algún restaurante y nos saludamos, nos hablamos sin problemas. Eso quiere decir que cambié. —Lo asumís como error. —Si lo asumo. Pero también pienso que recién tengo 22 años, que en algún momento me sentía un poco solo, que ahora voy madurando, que tengo apoyo en tres tías que viven acá, en mi novia Marcela, en una familia de apellido Elabos que me trata como a un hijo. Y que cada domingo demuestro que estoy cambiando... José Luis, pasaron y pasan algunas cosas en San Lorenzo. Algunas te tienen como protagonista menos comprometido. Otras te afectan más. Me gustaría que hablaras del caso Bora. —Yo con Bora tengo que separar las cosas: como técnico me dio lo mejor, no tengo reproches. Y como persona me hubiera gustado que se despidiera de nosotros, simplemente eso. Después hizo lo que le convenía, pero usó una mala estrategia. No quiso decir nada para no quedar mal con la gente de San Lorenzo, con los hinchas, pero todos terminaron pensando cualquier cosa de él... —Se dice que eras su lugarteniente. —Íbamos juntos a los entrenamientos, me pasaba a buscar porque él vivía en Recoleta y yo en Avenida de Mayo y Salta (hotel Escorial). Hablábamos del equipo, de los jugadores, comentaba cómo los veía, me confiaba las cosas técnicas; cómo quería que funcionara San Lorenzo. Y también se interesó por mí, porque le comentaron lo de la fama... —¿Y a que conclusión llegó? —Ja, que era puro cuento. En serio, siempre me preguntó porque tuve algunos problemas y cuando me conoció dijo que no creía, que no podía ser. —¿Te comentó que se iba? —No. —Bora a Italia y San Lorenzo con otro técnico. ¿En qué cambió el equipo? —El Bambino quiere explosión (SIC). Lo que quedó es la solidez de la defensa, aunque ahora se persigue que los dos centrales busquen por arriba cualquier pelota detenida a nuestro favor. Antes sólo se desprendía uno, Larraquy o Zacarías. Además, este equipo se está poniendo físicamente bien. No digo que Bora trabajaba mal, sino que trabajaba a la europea, enfatizando la parte táctica. Ahora se busca más reacción, arranque y velocidad. —Se busca. —Es una cuestión de tiempo, falta agarrar ritmo. Los jugadores son buenos, sólo falta tiempo. —Háblame del Bambino. —Se dijeron tantas cosas... Creemos -y lo digo en nombre del plantel, creemos en la Justicia y también en el Bambino. Cuando ocurrió todo esto, habló con nosotros, nos dijo que hay que cuidarse, que la fama cuesta caro. Y después se puso a trabajar como si nada. Está muy tranquilo, trabaja con el profesor Weber y el Nano Sreán, da indicaciones, arma todo. Sé que es una cuestión de conciencia y la Justica decidirá. —Quiero que me hables de tu relación con San Lorenzo. —Estoy a gusto, deseo seguir jugando y espero arreglar el contrato. —Ahí está el tema. ¿Qué pasa con tu contrato? Nada hasta ahora, y me gustaría que se arregle antes de fin de año porque entrar en el '88 sin el contrato del ’87 obligaría a hablar de los dos juntos. Se va a complicar. – —¿Hablaste o no? ¿Tiraste alguna cifra? —Todavía no hable, pero la cifra la tengo clara. — El otro día el presidente Miele dijo que era mucho pagar cien mil dólares por un arquero. —Lo escuché por radio. Está bien. Ellos defienden sus intereses, yo los míos. —¿Esa cifra puede ser lo que pedís? —Puede ser más o puede ser menos. —O puede ser cien mil. —Puede ser también. Y aclaro que pido lo que valgo y ni siquiera tengo en cuenta lo que piden mis compañeros. Y también que, en principio, no me interesa jugar por el veinte por ciento. —Por ahí te conviene una transferencia. —Puede ser, tengo un arreglo con el club: para el caso de una transferencia me corresponde el 25% del pase. —No está mal. —Cada uno defiende lo suyo. —De quién aprendes cosas? Algunos dicen que en un partido –por estar tan concentrado– no se puede mirar detenidamente el juego. —Yo puedo mirar, en los partidos el arquero puede hacerlo. Y principalmente miro a Fillol, a Pumpido y Gatti, tipos con experiencia. —Hablemos de algunos arqueros. ¿Quiénes te gustan? —Yo admiro a Schumacher, la imagen de arriesgado, cuando le toca cortar, siempre va fuerte. Y de los argentinos, Pumpido. Saca muy bien, tiene seguridad, hace las cosas simples y sencillas. Además es humilde, y después de todo lo que pasó demostró que es un verdadero hombre. —Gatti —Igual que Fillol, son leyendas del fútbol argentino. Con esos siempre se aprende. —Goycochea. —Ese es otro buen arquero, tiene personalidad y presencia. Es importante. —Islas. —De ese no hablo. —¿Cómo? —No hablo ni quiero polemizar. —Al menos decime las razones. —Una vez dijo en EL GRÁFICO que yo tenía un estilo medio bruto. Y no me gustó. —¿Y? —Y nada. Que sería bueno que no hable mal de los colegas, si bien no somos compañeros las cosas hay que demostrarlas dentro de la cancha. A mí me dolió mucho lo que dijo de Pumpido, que a él "no le hacen goles b.... Me dio bronca, simplemente no fui a verlo porque no es mi amigo. Habla mucho, siempre habla. —Menos mal que no querías polemizar. Ahora van a venir a preguntarte qué opinas de lo que seguramente va a decir lslas de esto. —¿Sabes qué le contesto? Que a mí no me hacen goles de arco a arco. Le pregunté en guaraní cómo andaba. Parece que me contestó. HUGO SUERTE
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Diciembre 2017
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