El paraguayo, que ahora se dedica a los negocios -y a la buena mesa-, revisa aquel personaje de villano que le dio tanto rédito. "En el terreno de juego no podía permitir que mi rival me metiera la mano en el bolsillo", dice. Y para demostrar que se mantiene en forma, habla maravillas de sí mismo y le dispara algunos dardos venenosos a Navarro Montoya. José Luis Chilavert entorna los ojos y escudriña a Carlos Bianchi durante unos segundos. “Europa no es fácil”, dice en alusión a su ex entrenador en Vélez. Pero lo dice sin sorna, sin malicia, a pesar de que en una primera lectura se pueda interpretar que se burla de las desventuras de Bianchi en el Atlético de Madrid. De eso se trata: de que las apariencias engañan. Chilavert, ya retirado del fútbol y abocado a sus inversiones y a su familia, no es el que era. O el que aparentaba ser. “Afuera soy totalmente diferente: tranquilo, calmo. Pero en el terreno de juego no podía permitir que mi rival me metiera la mano en el bolsillo. Eso es lo que la gente no entiende”, se sincera mientras pone el suplemento de deportes de PERFIL del domingo pasado, con Bianchi en la primera plana, encima de la mesa redonda, y se acomoda en su silla. —A poco más de un año de la despedida, ¿extraña el fútbol? --No, no. Mis últimos dos meses en Vélez fueron los de mi retiro. Me fui preparando de a poco. Es dura la salida, pero es como la letra del tango: “La alegría de haber sido y la tristeza de ya no ser”. Paráfrasis mediante, Chilavert alude a un fragmento de “Cuesta abajo”, un tango escrito por Alfredo Le Pera y cantado por Carlos Gardel, que dice: “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. —¿Por qué no dirige un equipo? --Porque dejo pasar el tiempo, porque disfruto de mi familia. Yo jugué 24 años al fútbol... —¿A qué se dedica? --En Asunción tengo una clínica de ojos del Primer Mundo; y ayudo, les doy alimentación a 600 chicos del Chaco paraguayo, que son hijos de peones de estancia que los dejan abandonados por ahí. También tengo muchas inversiones, y un buen pasar. “A mí no me importaban los medios para ganar, el fútbol es una Jungla”. —¿Qué escribe cuando en un formulario se le pide la profesión? --No pongo deportista, pongo empresario. El Doctor Jekyll y Mister Hyde. “Cuando llegué a la edad de la reflexión y empecé a darme cuenta de mis progresos y posición en el mundo, estaba ya condenado a una profunda duplicidad en mi vida” se despide el Doctor Jekyll, mediante una carta en que explica cómo era su convivencia con su otra personalidad, con su otro yo, Mister Hyde, en la novela de Robert Stevenson. Bien se puede extrapolar esa confesión y aplicarla a los años de Chilavert en la Argentina. Aunque aclara que ese personaje de malo --del que a veces habla en tercera persona-- era un recurso que empleaba sólo en la cancha, durante la conversación con PERFIL reaparecerán algunos atisbos, cenizas aún no extinguidas. —¿Cuál era el verdadero Chilavert: el que hacía obras de caridad en Paraguay y Uruguay o el que agarraba del cuello a Marcelo Gallardo, se peleaba con Oscar Ruggeri y escupía periodistas? --Pero esas escenas con Gallardo y Ruggeri fueron dentro del terreno de juego. —¿Y cuál de los dos era el verdadero? --(Piensa) En esa de Gallardo muchos no se dan cuenta de por qué le agarré el cuello. Gallardo se tiró con los dos pies para adelante, y con un tapón me fracturó el cóccix. Pero yo no podía explicarles a los periodistas que no me pude ni sentar durante un mes por ese dolor. —¿Cómo hizo para que nunca se viera una foto de su esposa o de su hija? --Siendo el malo de la película. Así, los otros decían: “A este tipo no lo vamos a jorobar”. —¿Usted era un personaje? --Obviamente que dentro de la cancha buscaba todos los caminos necesarios para ganar, no para perder. —¿Sin importar los medios? --A mí no me importaban los medios, porque a los rivales tampoco: el fútbol es una jungla. Es un trabajo en el que los jugadores se tienen que aplicar al ciento por ciento para ganar. —¿Fue el mejor arquero de la historia? --Bueno, fui elegido tres veces como el mejor del mundo. Marqué 70 goles en mi carrera y va a ser muy difícil que un arquero argentino, o del planeta, pueda superar eso. “Es muy difícil que un arquero argentino, o del planeta, supere lo que yo hice”. —¿Piensa que fue el mejor, entonces? --Y... fui elegido por la Federación de Historia y Estadística del Fútbol Mundial como el mejor del mundo. —¿Hay algún arquero que se le parezca? --No, no. No existe. Chilavert se arriesgaba bastante en los tiros libres y fundamentalmente sabía manejar bien el clima antes de los partidos haciendo declaraciones duras. En definitiva, tenía que saber soportar esa responsabilidad, esas declaraciones que hacía, que en realidad eran un juego que manejaba perfectamente. —¿Se considera un ídolo? --En mi país me adoran. Eso es lo más importante. Fantasmas del pasado. Chilavert no titubea cuando se le insinúan nombres, cuando se lo invita a recordarlos. “A Marcelo Bielsa y a mí no nos gustaba viajar en avión. Un día íbamos en uno de la Fuerza Aérea, y cuando empezó a acelerar nos miramos y él me preguntó: “¿Este avión será seguro?”. Yo le contesté que ya estábamos en el aire y que no podíamos hacer nada. Entonces, Bielsa miró a la azafata, que estaba enfrente, y le dijo: “¿Usted tiene confianza en el piloto?”. Y la azafata le respondió: “Si no tuviera confianza en el piloto, no estaría acá”. Esa es una de las anécdotas que tengo con Bielsa”, se ríe Chilavert. —¿Cómo era su relación con él? --Al comienzo mala, pero después de dos semanas nos sentamos frente a frente y hablamos claro. Yo salí en defensa de un compañero y ahí se generó una pequeña discusión; bah, en realidad fue muy fuerte, nos dijimos de todo, pero después lo solucionamos. La última vez que hablamos, que fue antes de mi partido de despedida, le dije que había sido uno de los mejores entrenadores que tuve en mi carrera. —¿Qué piensa cuando ve que Navarro Montoya pide una oportunidad en la Selección? --Primero: para mí, el arquero de Argentina se llama Abbondanzieri, que es, lejos, el mejor. Y Navarro Montoya no puede jugar porque estuvo en la selección de Colombia en tres partidos; es imposible. Lo habilitó la Justicia argentina, no la internacional. —¿Y si pudiera? --Es muy difícil jugar a esa edad en una selección. No es lo mismo atajar en el arco de Argentina que en el de Gimnasia y Esgrima La Plata. —¿Fue su enemigo futbolístico? --No. Era el folclore del fútbol, era el clima de los clásicos entre Boca y Vélez. —En función de esa dicotomía planteada en la década pasada, ¿quién fue mejor: Chilavert o Navarro Montoya? --No sé cómo miden el nivel ustedes, los periodistas: si por los títulos o por los rendimientos. —Hay muchos jugadores del montón que ganaron campeonatos. ¿Se mide sólo por los títulos, entonces? --A él no lo eligieron tres veces como el mejor del mundo. Los títulos son mucho más importantes. —Se suele decir que cuando un futbolista vuelve de Europa a Sudamérica antes de los 30 es porque fracaso. Usted volvió del Zaragoza a los 23. --Para muchos fue un retroceso, para mí, no. Yo tenía ofertas del Dundee United de Escocia y del Mallorca, pero preferí venir a Vélez. A veces la tranquilidad no pasa sólo por la parte económica. En España hay racismo. Me gritaban “indio” o “sudaca”. —¿Y en la Argentina? --También. Te dicen “paraguayo muerto de hambre, anda a robar a tu país”. Pero cuando tenía enfrente a esas personas les decía: “¿Qué hicieron Batistuta o Maradona en Italia, les robaban a los demás?” No. —¿Cómo califica su paso por el Estrasburgo de Francia? --Como muy bueno, porque logré que ese equipo ganara una Copa de Francia luego de 25 años. —También se fue al descenso. --Pero yo llegue faltando nueve partidos. No fue mi culpa. —¿Cómo explicaba que el mejor arquero del mundo jugara en la Segunda División? --Los franceses valoraron que el mejor del mundo jugara ahí, algo que habla muy bien de mí. —¿Siente que la gente se olvidó de usted? --No. Desde mi salida del fútbol esa gente me reconoce mucho más y mi figura se ha acrecentado terriblemente. Hoy, hasta los hinchas de Boca y de River me quieren. —¿Piensa que alguien va a leer esta entrevista? --Yo creo que sí. Ahora, la primera persona --Jekyll— y la tercera --Hyde— reaparecen de la mano. —¿Por qué alguien la leería? --Porque Chilavert tiene dos áreas que cubrir: los que me quieren y los que me odian. Y los que me odian van a decir: “¿Qué habrá dicho este negro muerto de hambre?”. Zurdo sólo para patear —¿Por qué se retiró? --Si uno está en el arco, le tiran un balón y uno quiso levantar el brazo y ese balón pasó, quiere decir que los reflejos ya no funcionan, y es el momento de dar un paso al costado. Además, en la concentración pensaba: “¿Qué hago, casi a los 40 años, al lado de un chico de 18 o 19?”. —¿Cómo lo ve a Vélez? --Es un equipo muy compacto, pero con una falta terrible de liderazgo. Chilavert coqueteó en no pocas oportunidades con Boca, pero nunca aceptó las propuestas económicas de Mauricio Macri. “Él sabía hasta dónde podía llegar, y me parece fantástico que se haya manejado así”, elogia. La referencia al presidente de Boca no es antojadiza; por el contrario, el paraguayo se alegró por el resultado de las elecciones en la Capital Federal: “La gente es inteligente: sabe qué le conviene. Y ha votado al mejor candidato”. Chilavert cuenta, además, que no descarta su ingreso a la política de su país, que se define ideológicamente de derecha, y que siente que “es muy difícil caminar tranquilo por la calle”. Enseguida receta: “Cuando dicen que las leyes más duras que pide el señor Blumberg no cambian nada, no es así. A alguien que viola a una nena le dan tres, cinco años, después sale, reincide y estamos siempre en la misma”. Católico practicante y devoto de la Virgen de Caacupé, Chilavert no reniega de la pena de muerte, aunque matiza: “Estoy de acuerdo en ciertos casos”. FEDERICO BASSAHÚN
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Diciembre 2017
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