Su cara parece mimetizarse con el bulldog estampado en el buzo negro. Así, con fiereza y precisión, José Luis Chilavert ejecuta el tiro libre que culminará en gol, bajo la mirada del juez brasileño Sidrack Marinho. A la derecha: Battaglia no llega, la obra está consumada. iGol de Vélez! iGol de Chilavert! El arquero de Vélez volvió a dejar su sello en el arco contrario y sumó una per la más a su historial deportivo: contra Olimpia de Paraguay anotó un gol de tiro libre, abriendo el camino del concluyente 3-0 en el encuentro de ida por los cuartos de final de la Supercopa. Ya no quedan dudas, es el símbolo de todo un país... La historia ya lo ha de mostrado: muchas veces, el talento de un hombre con una pelota de fútbol es mil veces más poderoso que las palabras, los cargos o los títulos nobiliarios. ¿Quién se animaría a negar que, hoy, el paraguayo más famoso del mundo es un arquero? Pocos... ¿Quién podría refutar que José Luis Félix Chilavert es más conocido fuera de su país -e inclusive en las propias tierras guaraníes-, que el propio presidente Juan Carlos Wasmosy? Con todo respeto, nadie... Allí está la magia del fútbol, y allí también está la magia de este hombre que, desde el arco de Vélez Sarsfield, nunca para de sorprender. Esta vez fue en una noche primaveral, bajo el cielo porteño de Liniers y ante unas diez mil personas. La leyenda dirá que, el miércoles 16 de junio de 1996, en el estadio José Amalfitani, ocurrió esto... Cuando a los 16 minutos del primer tiempo del partido entre Vélez Sarsfield y Olimpia de Asunción (por los cuartos de final de la Supercopa '96), el árbitro brasileño Marinho Santos Sidrack sancionó una falta al borde del área visitante, todos miraron instantáneamente al otro sector. Por la ubicación, el tiro libre era ideal para un derecho. Sin embargo, Chilavert, su bulldog y su zurda, salieron despedidos a patearlo, impacientando a algunos compañeros, cansados por el excesivo protagonismo del paraguayo. Efectivamente, el pésimo remate se estrelló en la barrera y sólo la fortuna en el rebote impidió el gol de contraataque. Dos minutos después, el juez volvió a pitar un foul al borde del área de Olimpia. Esta vez, el perfil era inmejorable. ¿Qué haría Chilavert? ¡Lo pensaría dos veces tras el flojo tiro libre anterior? ¿Le dejaría el lugar a Cardozo? El ni se hizo la pregunta: en menos de quince segundos, estaba nuevamente frente a la pelota... Primero le dio las instrucciones a Marcelo Gómez y Morigi: “Ustedes hagan barrera para taparle la visión al arquero”. Después se acomodó, tomó poca carrera y le pegó con precisión. El disparo fue abajo, al rincón derecho, inalcanzable para los 36 años de Jorge Battaglia, equivocado en su instinto (se movió para su izquierda) y lento en la reacción. El arquero goleador festejó con mesura. Los hinchas de Vélez explotaron en su locura. Y los doscientos paraguayos ubicados en la platea alta, le rindieron su silencioso homenaje, aunque por dentro también gritaron el gol. Chilavert lo ha hecho de nuevo: es su décimo tanto en la Argentina, noveno con la camiseta de Vélez, séptimo en el Amalfitani, quinto de tiro libre. ¿Algo más? “Sí, soy el mejor del mundo, lo he demostrado de nuevo”. Por ahora, lo seguirá haciendo con el equipo de Liniers, donde hinchas y dirigentes hacen fuerza para que no se vaya. “Nosotros queremos que se quede, él es un símbolo del club. Es más, si acepta, le vamos a ofrecer un contrato por cuatro años”, explicó el presidente Héctor Gaudio. “Sus hazañas caminan por todo el mundo y ponen a Vélez en la vidriera futbolística. Yo particularmente no vendería nunca a un jugador que nos ha dado tanto”, señaló Raúl Gámez, candidato a presidente del club en las próximas elecciones. Se vaya o se quede, él es el paraguayo más famoso. Y cuando dentro de unos años sea presidente de su país, ya no habrá más lugar para la discusión. Porque si no le ocurre un Waterloo -o tal vez mejor, un Watergate, hacia allí parece marcado su destino... JUAN IGNACIO CEBALLOS
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Diciembre 2017
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