Hace una semana, con su tiro libre contra Colombia, pasó a ser el único jugador sudamericano que convirtió goles en cuatro Eliminatorias. Los paraguayos —y especialmente los Luqueños— lo consideran un semidiós. Pero no le perdonan su verborragia. ►Luque Alrededor de Asunción, existe Luque. Una ciudad satélite, de 179 mil habitantes, a unos 20 kilómetros de la capital paraguaya y a horcajadas sobre su desarrollo, desde siempre. Luque creció con su orfebrería y la fabricación de instrumentos musicales. En sus calles conviven las costumbres más añejas con la modernidad del siglo XXI, entendiendo como tal lo que pueda llegar desde Asunción. Un poste de 20 metros de altura sostiene la eme amarilla del “cyber-McDonald's”. La posibilidad de navegar por Internet viene con los combos. Enfrente, una señora pasa vendiendo chipá calentito. En Luque nació Chilavert. El 27 de julio de 1965, la modesta ciudad orfebre del conurbano asunceño empezó a ser, más que nada para sus propios habitantes y para el resto del planeta, la tierra del mejor arquero del mundo: José Luis Chilavert, hombre de amores y odios. Amores crecidos con cada título, cada gol y cada vez que la selección de Paraguay llegó más alto que nunca antes. Odios por decisión propia del personaje, que quiso ser el “malo de Titanes en el Ring” y lo fue sin renuncios. Pero no acá. “Es el número uno. Lejos”. “No hay otro”. “Un ejemplo para todos los jóvenes”. En la plaza Mariscal Francisco Solano López no hay opiniones divididas. Chilavert es el mejor arquero, el más lindo y el más bueno. “Además, siempre viene de visita a este lugar. A estar con su gente”. ►Peñón Pisos de tierra, calles desiertas. Aroma a pobreza y calma. Campo Grande es el barrio Luqueño que vio caminar descalzo al pequeño José Luis cuando salía a vender leche para llevar un billete a su casa. Es el epicentro de la idolatría. “La casa de Chilavert es la de las rejas verdes”, guía Jorge Luis Talavera, quien como todo el vecindario habla con orgullo del tipo más conocido que pisó estas tierras: “Él no es como otros que consiguen fama y después se hacen humo”. En la calle 21 de Septiembre están las rejas verdes. Hay dos casas casi mellizas, construidas a medida que el fútbol fue dando un bienestar económico. Enfrente, una señora, curiosa, percibe las caras desconocidas. Se presenta como Magda González de Álvarez, aunque su nombre no dice nada hasta que aclara que es la tía de José Luis. “Era muy travieso y juguetón”, recuerda esa señora con cara de arquero paraguayo. A la vuelta está el club Peñón, el corazón de Campo Grande. Detrás de una puerta vieja se esconde la cancha, un potrero, el único del pueblo con líneas de cal que diferencian el adentro del afuera. Hay poco pasto y mucha tierra. Hay dos arcos hechos con listones de aglomerado, con la red atada al alambre del fondo para que se mantenga firme. Debajo de esos listones, José Luis conoció los secretos del puesto por mandato de su hermano mayor, Julio César. “Un día estábamos por empezar un partido en el Peñón y nos faltaba un arquero --relata el hermano--. Él era el más chico y además tenía una fisura, porque era muy bruto. Yo no quería que lo lastimaran, entonces lo mandé al arco. Le fue muy bien y le tomó el gusto”. ►Sportivo Luqueño A seis cuadras de la plaza Solano López se encuentra el club en el que Chilavert se inició profesionalmente. Para llegar al Sportivo Luqueño hay que caminar por calles adornadas por un paisaje de tejas y casas bajas, de uno o dos pisos. En 1983, Sportivo Luqueño pudo ser campeón paraguayo después de 30 años. Pero perdió 2 a 1 con Olimpia, en tiempo suplementario. “Estuvimos a un minuto de lograr la hazaña. Sobre la hora, estando 1 a 1, Rolando (Rolando Marciano Chilavert, hermano mayor de José Luis) se perdió un gol con el arco vacío --recuerda el presidente del club, Darío Cáceres--. Y como siempre se trata de buscar culpables, la gente se la agarró con Chilavert”. De José Luis Chilavert no se discuten su honestidad ni su calidad humana. Pero es “bocón”, y esa palabra, en Paraguay, significa un gran cuestionamiento. Al año siguiente, Luqueño jugó la Libertadores. Pero tenía una deuda con los Chilavert, quienes, en protesta, se negaron a viajar a Buenos Aires para enfrentar a Estudiantes y a Independiente. El Sportivo fue eliminado. Carlos Rubén Vera, empleado administrativo del club, recuerda a José Luis con admiración pero sin cariño: “Fue uno de los mejores jugadores que surgieron de la institución, pero no supo ganarse el cariño de la gente”. En la mezcla de resentidos e incondicionales que forma la dirigencia de Luqueño, el presidente Cáceres, en cambio, se alinea con los últimos. “Chilavert nació futbolísticamente acá, como Raúl Santa María, el Loco González y Romerito. Para nosotros es un orgullo, porque, a pesar de que es temperamental, siempre ha resaltado sus orígenes”. Julio César Romero, también Luqueño e ídolo futbolístico, camina por la vereda de enfrente: “Si él hubiese sido más humilde, habría sido más querido por la gente de nuestro país”. Romerito no lo quiere y no lo disimula: “Se habló de que tiene pasta de político. Seamos serios. Por ahora es un buen arquero”. Hace tres meses la selección jugó un amistoso contra Luqueño y Chilavert fue homenajeado con la entrega de una plaqueta. Ese día, se suponía que iba a atajar un tiempo para cada equipo y como no lo hizo comenzó a decirse que, en realidad, el club se lo había impedido. “Fueron versiones --asegura Cáceres--. Nadie se lo prohibió, ya que no se había planificado”. ►Asunción “Es el número uno”. “Sí, pero es un bocón”. ¿Cómo debe ser el ídolo paraguayo? Por caso, a Romerito --comparado por sus éxitos del pasado con el hombre de Vélez--, la gente lo considera un loco lindo. Y en la actualidad, Roque Santa Cruz, el delantero del Bayern Munich, es el ejemplo del modelo de deportista políticamente correcto: un tipo joven, recatado, respetuoso y que, encima, triunfa en Europa. De Chilavert, en cambio, no se discuten su honestidad ni su calidad humana. Pero es “bocón”, y esa palabra, en Paraguay, significa un gran cuestionamiento. El lobby del hotel Internacional de Asunción es el botón de muestra. Chilavert es superhéroe y villano. Carne de discusiones y a veces, incluso, de ideas encontradas en el discurso de una misma persona. En el imaginario conviven dos Chilavert: se destacan sus méritos deportivos y se critica su forma de ser. “Dice muchas cosas y después no hace nada”. “Muy frecuentemente se pasa porque quiere ser protagonista. Y no lo necesita, porque ya lo es. Es el mejor arquero paraguayo de la historia”. Las hazañas deportivas son cada vez más pero nunca suficientes para terminar con el rechazo a sus actitudes. El “ser paraguayo” se autodefine como servicial, opuesto a la polémica, y Chilavert choca con este paradigma. “En el 75 jugué en Argentina y participé de los dos títulos que consiguió River ese año. De mí nadie se acuerda porque fui calladito”, exagera, quizá, Pedro Alcides Bareiro, un wing izquierdo que durante todo ese año convirtió 4 goles, siempre como suplente de Pinino Más. “Lo que pasa --argumenta Bareiro--, es que yo soy como la gente de acá y no me gustaba armar lío. En cambio, José Luis trascendió porque habla”. Cuando se trata del arquero, todo está en discusión. Lo que para Bareiro es un defecto --“Chilavert habla”--, para Juan Ángel Laput, coordinador del Departamento de la Selección de Paraguay, y para Martín Burt, intendente de Asunción, es una virtud. “Chila va de frente y eso es lo que le cuestionan”, dice Laput. “Tiene un aguijón puntiagudo, que a algunos les molesta. Pero una dosis de Chilavert le viene bien a Paraguay. Porque él sale de lo previsible y sorprende con su hombría y sinceridad”, amplía el intendente. ►Paraguay “El inefable arquero y capitán de la selección paraguaya participó de una actividad con chicos. Su presencia fue propicia para repetir su remanido discurso acerca de la situación, como si necesitáramos que él nos abra los ojos para saber qué pasa aquí”, publicó ABC Color, el 9 de agosto pasado. La personalidad de Chilavert sembró una relación conflictiva con el periodismo paraguayo. “Le ha dado mucho a la selección, pero... No me parece bien lo que hace fuera de la cancha. Las declaraciones y ofensas son innecesarias”, destaca Lorenzo Villalba, cronista del periódico última Hora. Aquel ataque encubierto en la crónica de ABC Color, por caso, apunta contra las declaraciones que Chilavert tira contra los políticos cada vez que pisa su país. No tiene una identidad partidaria definida, y a pesar de que se lo asocia con Encuentro Nacional --el partido más progresista--, el único que queda a salvo de sus palabras es el intendente Burt, perteneciente al Partido Liberal. Sin embargo, en las elecciones para vicepresidentes realizadas el 13 de agosto, no se pronunció a favor de ninguno de los candidatos. Hay un sector del pueblo paraguayo en el que no genera pasiones encontradas: los chicos. “Son mi ejército. No tienen envidia, maldad ni egoísmo”, repite el arquero, siempre que puede. Y, amparado en ese lema, ideó con Martín Burt un programa de apoyo integral a la juventud y a la niñez. “No se trata de ser oportunos con su figura; los resultados han sido impresionantes, se fueron construyendo complejos deportivos y sobre la base de la participación logramos que los chicos se vuelquen a la actividad física y que quieran a sus barrios”, comenta el intendente. ►Campo Grande Como una ceremonia sublime se construye cada visita de Chilavert a Campo Grande. “En el Peñón prefiere jugar en el medio o de delantero”, precisa Sergio Talavera. “Él siempre se acuerda de la familia. Cuando está acá nos viene a visitar”, asegura la tía Magda. Y Jorge Luis Talavera se tiene que sacar las manos del bolsillo para graficar sus palabras: “Es lo más grande de Luque y de Paraguay”. Julio César Chilavert trata de cerrar el viaje con anécdotas que nunca trascendieron, pero que pueden resumir quién es su hermano: “Nuestros padres nos enseñaron que para cumplir las cosas hay que ser responsables. Y él siguió ese consejo; por eso, cuando se propone algo, lo alcanza. A los cuatro años estuvo cerca de la muerte a raíz de una convulsión. Estaba en brazos de mi mamá, quien se encontraba paralizada y no sabía cómo salvarlo. Mis tías lo agarraron y empezaron a correr hacia la ruta. Por suerte, enseguida pasó un auto, con el que lo llevaron al hospital. Ese día, cuando volvió de la muerte, su destino quedó marcado para los éxitos”. CUATRO GRITOS PARA SU HISTORIA ►A RENÉ HIGUITA (27/8/89: Paraguay 2-Colombia 1) De penal. En su debut en Eliminatorias, convirtió el primero de sus 54 goles oficiales y de los 5 que lleva anotados para la selección paraguaya. ►A MIGUEL MIRANDA (15/8/93: Paraguay 2-Perú 1) De penal. El segundo de su carrera en la selección paraguaya. Pocos días antes había marcado por primera vez en la Argentina, jugando para Vélez. A ►GERMÁN BURGOS (1/9/96: Argentina 1-Paraguay 1) De tiro libre. Uno de sus primeros duelos verbales provocados y ganados. Jugando para Vélez, ya había sometido a Burgos con un tiro libre desde 60 metros. ►A OSCAR CÓRDOBA (7/10/2000: Colombia 0-Paraguay 2) De tiro libre, anota en la cuarta Eliminatoria mundialista de la que participa. Romario, Francescoli y Batistuta, por caso, marcaron en tres. FEDERICO ROZENBAUM
|
Digitalizado porArchivos
Diciembre 2017
Categories |