Sentencia: para el arquero paraguayo, Germán Burgos "estaba mirando pajaritos” cuando ejecutó el tiro libre desde unos 60 metros que terminó en gol. En estos momentos, en Paraguay, su tierra, José Luis Chilavert, el arquero que sigue dejando mojones en la rica historia del futbol argentino, estará a un costado de la cama de su padre preocupado más por su salud que en contarle el gol que convirtió desde su propio terreno. Por esa razón, luego de la victoria frente a River por 3 a 2, el arquero de Vélez se mostró feliz, pero no eufórico, como es su costumbre. No era el de siempre. Se notaba en su rostro y en sus palabras. Es que más allá del futbolista está el hombre. Entonces no causó sorpresa escuchar que sus primeras palabras fueran dedicadas a él: “Apenas vi la pelota dentro del arco pensé en mi papá y en todo lo que sufrí en esta semana”. Su gesto era adusto y cada palabra se trababa por la emoción: “Soy un profesional y a pesar de todo lo que padecí, quise jugar este partido. Los problemas personales no tienen por qué mezclarse con el trabajo”. Picardía Quién mejor que Chilavert para contar un gol que ya recorrió el mundo y que transformó a todos los presentes en el estadio José Amalfitani en testigos directos de un pedacito de la historia futbolística: “El jugador, además de ser inteligente, tiene que estar atento a todo y ser pícaro. También el destino nos da ese segundo de lucidez en el que uno es capaz de cambiar todo. Es verdad que lo vi adelantado a Burgos y que mi intención fue poner la pelota por arriba, pero también es cierto que el destino quiso que entrara”. Pero el de anteayer no fue el primer gol que convirtió el arquero paraguayo. En junio de 1993 le marcó un tanto a Estudiantes y en octubre de 1994 lo hizo con Deportivo Español. “Este momento es muy importante, tanto como aquel gol que le hice a Deportivo Español o como el título mundial que ganamos en Tokio", comentó el arquero. En su momento de gloria, José Luis Chilavert se acordó de sus compañeros: “Este tanto fue apenas un condimento del importante triunfo que conseguimos. Frente a River, Vélez demostró que pese a cambiar los nombres perdura su personalidad para revertir los resultados”. Con relación a Burgos, Chilavert fue sincero: “Estaba mirando pajaritos”, a lo que agregó: “Sé que la gente y el periodismo le va a caer encima, pero lo que le pasó a él le puede ocurrir a cualquiera. Él no fue el culpable de la derrota. Creo que en este momento debe estar mal, lo comprendo y no lo responsabilizo de nada. Higuita, lejos Haberle convertido un gol a Burgos obligó a que todos relacionen esa conquista con la que sufrió el año último el arquero de River frente al colombiano René Higuita por la Copa Libertadores: “Para que Higuita pueda igualarme tendrá que hacer un gol desde la línea del arco, aunque creo que ni así me superará”, señaló Chilavert. Se retiró lentamente, mientras los hinchas lo tocaban para ver si todo lo que pasó fue cierto. La oscuridad de la noche y la tenaz lluvia invadía Liniers mientras su figura se alejaba y detrás de él, los últimos ecos. Un adiós con historia Miró el reloj, luego observó el cielo e hizo sonar su silbato por última vez. En ese mismo momento las lágrimas cubrieron su rostro. A los 48 años, Carlos Mastrángelo le dijo adiós al arbitraje. Y el destino quiso que su despedida fuera en un partido que quedará en la historia. No por él, sino por el tanto que convirtió José Luis Chilavert. “Que José haya convertido semejante gol en mi último partido quedará también como un grato recuerdo y una gran satisfacción”. Como en toda despedida, los recuerdos ganaron la escena. En ese instante, Mastrángelo -que se dedicará al periodismo-dejó la euforia de lado e hizo memoria: “Mi primer partido en primera división fue Estudiantes con Platense, en 1987, pero los que más recuerdo son Atlanta con Racing, cuando éste ascendió, y mi único Boca-River”. Con respecto a la reglamentación de la FIFA, que obliga a los árbitros a colgar el silbato a los 48 años, Mastrángelo dijo: “Si seguimos así, los referees en vez de nacer con un chupete lo harán con un silbato. En mi caso, me siento con muchas ganas de seguir dirigiendo, porque estoy en buenas condiciones físicas”. Antes de cerrar la puerta del vestuario -con las camisetas de Trotta y Francescoli como obsequio-y dejar en el sus más gratos recuerdos al lado del fútbol, Mastrángelo se sinceró: “Antes de empezar el partido estaba nervioso. Por primera vez mi mamá vino a verme”. EDUARDO MARTÍNEZ
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Diciembre 2017
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