Increíble, pero real: el Chilavert que juega en Peñarol está hecho una seda. Sus compañeros y los hinchas lo adoran, no polemiza con los adversarios, no discute con los árbitros y... ¡Se lleva bárbaro con los periodistas! Crónica de los días felices de un bulldog que ya no ladra. CAIA EL TELON de la primera práctica y los chicos de las inferiores, ya peregrinando hacia el vestuario, sintieron el llamado inesperado del mito viviente. Como un simple mortal de respuestas imperfectas, quería calibrar el veneno de sus zurdazos y necesitaba una barrera y otro arquero para sembrar realismo en una de las áreas de Los Aromos. Al principio fueron diez tiros: dos a los palos, cinco atajados y tres goles. Pero el instinto le pidió más. Entonces encaró al arquerito Jorge González, que todavía estaba sacudiéndose el pasto adherido al buzo de tanta volada, y le hizo la propuesta. —Si no puedo meterte dos goles en cinco tiros, te regalo mis guantes. ¿Qué te parece? --Listo, dale... José Luis Félix Chilavert se perfiló e inició el bombardeo con sus pequeños botines 39. Sin saña ni revanchismo. Probándose y probándolo. Alentando al chico en cada estirada. Mostrando su costado genuino, ése que lo transforma en un ser muy querible en las entrañas de cualquier grupo. Dos tiros reventaron los palos, uno entró limpito y los otros dos fueron tapados por Gonzalito, flamante poseedor de esos guantes cargados de hazañas históricas. Así arrancó la vida de Chilavert en otro gigante de América: Peñarol. Bien del llano. Sin chapear con los pergaminos. Encolumnándose como un aspirante más. Tejiendo la malla de la convivencia a cada instante. A puro disfrute. COMO DOS ENAMORADOS, Chila y Peñarol se cruzaron la mirada en el momento indicado. Y el flechazo fue instantáneo. Luego de cuatro meses de inactividad, el paraguayo necesitaba reinsertarse en un club de renombre, en una plaza que le permitiera alimentar su insaciable sed de gloria y, al mismo tiempo, lo estacionara bien cerca de su selección, de cara a las eliminatorias. A los aurinegros, en cambio, les urgía una inyección vitamínica para emprender la misión de quebrar la hegemonía de Nacional y acabar con tres años de angustias e infortunios. Y Chilavert fue el hombre apropiado para suministrarles una dosis inmensa de convicción y autoestima. “Se nota que es un ganador. Vino a Peñarol para salir campeón --cuenta el entrenador Diego Aguirre— y lo transmite al plantel día a día con actitudes dignas de elogio. Me sorprendió su humildad al integrarse a nuestro trabajo. Chilavert es un nombre muy grande en el mundo del fútbol, pero no quiere ni tiene beneficios por encima del resto. Se siente bien así, siendo uno más. Y le transmite una inmensa fuerza temperamental al grupo”. Su desembarco desencadenó una suerte de chilamanía en la hinchada mirasol. Cerca de 2000 carboneros coparon el Palacio Gastón Güelfi para la presentación oficial. Unas 300 personas lo alentaron en su primera práctica, fenómeno sólo comparable al regreso de Fernando Morena al club, en el amanecer de los años ochenta. También florecieron banderas paraguayas en las populares del Centenario. Y la taquilla engordó sustancialmente. Durante la temporada anterior, la venta de entradas de Peñarol oscilo entre las 2000 y 5000 entradas por partido. Con Chila en el arco, se vendieron 12 mil entradas para el debut con Defensor Sporting y la media anduvo por las 7000 en los partidos siguientes, dándole la razón a su presidente, José Pedro Damiani: “Chilavert se paga solo”. No hay demasiadas precisiones respecto de su contrato mensual, aunque se estableció un premio importante en caso de obtener el título. “No gana 20 mil dólares por mes, como dijeron algunos periodistas. Chilavert --afirmó el presidente al sellar el acuerdo-- tiene una remuneración acorde con la realidad del fútbol uruguayo. Quizá gane menos que varios futbolistas locales, pero es verdad que tendrá un reconocimiento adicional si Peñarol es campeón uruguayo”. Ese plus sería de 80 mil dólares. Y habría acordado otro premio de 20 mil dólares si marca 10 goles en el Torneo Clausura. La última referencia tal vez explique sus crecientes ansias por ejecutar tiros libres. Un aspecto emblemático de su juego, es verdad. Pero totalmente soslayable si uno ataja en un equipo que cuenta con un ejecutante de lujo como Pablo Bengoechea. ¿Celos de parte de El Profesor? Ni ahí. Bengoechea tiene una excelente relación con Chila, germinada en España, cuando uno estaba en Sevilla y el otro en Zaragoza. Y hoy son carne y uña. Se los ve juntos todo el tiempo. Y no sólo en los entrenamientos, sino en las horas libres. El Profe tiene un restaurante en la zona de Pocitos --se llama "El 10"-- y allí suelen cenar o almorzar a diario. Otro de sus grandes amigos de estas horas es Eduardo Pereyra, el ex arquero de Independiente, hoy representante de ropa deportiva. Primera bajada de línea de Chilavert a sus compañeros: “El éxito no se consigue en un supermercado. Hay que potenciarlo trabajando todos los días”. Para encarar su aventura montevideana, Chilavert decidió vivir solo. Se hospeda en una suite del Hotel Sheraton, en el barrio residencial de Punta Carretas, y viaja después de cada partido a Buenos Aires, donde permanecen su esposa y su pequeña hija. Disfruta de un día y medio con su familia y regresa el martes tempranito para el primer entrenamiento semanal. “Si tuviera que elegir una definición, diría que Chilavert está disfrutando su paso por el fútbol uruguayo”, dice Aguirre, que no lo había incluido en su lista inicial de potenciales refuerzos --acaso por considerar que su llegada era utópica-- y que ahora no ahorra palabras para describir su gravitación en el grupo: “Por su conducta y profesionalismo, es un espejo para todos, especialmente para los más jóvenes. Contagia su raza de jugador de jerarquía internacional. Y dentro de la cancha adquiere una relevancia total. Peñarol ha mejorado mucho defensivamente y en eso ha tenido bastante que ver Chilavert, que grita, ordena y equilibra a sus compañeros con su experiencia”. DEL OTRO LADO DEL RIO hay una versión light de Chilavert. La madurez de los 38 años parece haberle aplacado ciertos arrebatos temperamentales. Y su vida cotidiana se desplaza por aceitados rieles de convivencia. Ya está dicho: sus compañeros lo adoran. Fiel a su costumbre, es el primero en llegar y el último en irse de cada entrenamiento. Goza la vida del vestuario: el contacto con los utileros, el ida y vuelta con el técnico, las bromas con los compañeros... Y les baja línea cada vez que puede: “Si queremos conseguir algo, debemos mantenernos unidos como una familia. Peñarol debe ser una familia. Tirando para el mismo lado, nadie podrá bajarnos”. Chilavert se ha preocupado en mostrarse como el principal soldado del ejército de la solidaridad. En una práctica, el hondureño Edgar Álvarez cayó lesionado, y él corrió para hacer las veces de camillero, “aupándolo” hasta un costado. Y también se mostró muy astuto para minimizar cualquier brote de diferencia interna. Ante la inminencia de su llegada, los arqueros Federico Elduayén y, especialmente, Adrián Berbia expresaron su preocupación y sus deseos de pelear la titularidad en un marco de igualdad. ¿Qué dijo Chila? “Llevo 23 años en el fútbol y nunca fui suplente, pero respeto a mis colegas y me parecen muy bien las declaraciones de Berbia. Tiene futuro, es joven y me gusta que opine y que demuestre personalidad. Lo felicito, es una cualidad que todo buen arquero debe tener”. Con los símbolos históricos también se mantiene en armonía. El entrenador de arqueros es nada menos que Ladislao Mazurkiewicz, gloria y símbolo de Peñarol desde los años sesenta, y a Chila no se le escapó ni un gramo de envidia. Al contrario, cada vez que puede señala que tiene la suerte de entrenarse “con un maestro del arco”. A los hinchas los tiene en un puño. Jamás eludió el rito de los autógrafos y las fotos después de cada partido o entrenamiento. Y ese handicap de simpatía le sirvió para que le perdonaran su primera transgresión en el fútbol oriental: utilizar medias blancas. Una ley no escrita en el club carbonero impide utilizar indumentaria de ese color, símbolo del archirrival Nacional. Durante más de un siglo, los goleros del club optaron por medias negras, amarillas o grises, como las que popularizó el gran Mazurkiewicz. Chila hizo punta con las blancas y los hinchas, embobados, masticaron su orgullo... No ha tenido un solo entredicho público con sus adversarios. Ni siquiera cuando algunos directivos de Nacional deslizaron que se lo veía gordo. “Respeto mucho a Nacional y a su historia”, respondió el uno, y se acabó el fuego. Tampoco le dedicaron cánticos y banderas hostiles desde las tribunas adversarias. Y no prosperó un tenue intento por enfrentarlo con Gustavo Munúa, arquero de Nacional que también se anima a patear penales y tiros libres, aunque con menor suceso y efectividad. El único lunar fueron los arbitrajes: lo amonestaron en tres de los cuatro primeros partidos, aparentemente sin demasiado sustento disciplinario. Pero no fue Chilavert quien enarboló el descontento, sino los directivos. “Parece que hay una persecución a Chilavert”, bramaron varios. “Ganamos los cuatro partidos en la cancha, pero parece que el campeonato también se juega afuera”, ironizó Damiani. ¿Qué hizo el Chila Light? Habló maravillas de los arbitrajes, razonó que cualquiera puede cometer errores y hasta le regaló un par de guantes al internacional Jorge Larrionda. Ya semejante abanico de amabilidad hay que sumarle el ladrillo más revelador: ¡Se lleva bien con los periodistas! Hasta el cierre de esta edición --permítasenos esta licencia--, cero problema, cero entredicho. Y hasta pide disculpas después de los partidos, cuando debe declarar rápido para no perder el avión que lo llevará hasta Buenos Aires... A propósito: le encanta Montevideo. “Acá vivo en paz, como en mi casa. La gente es atenta, educada. Hasta los chicos que limpian los parabrisas en la calle son educados y respetuosos. En Buenos Aires, a veces se enojan e insultan si no les das una moneda”, comentó en varias oportunidades. LA PRINCIPAL INCOGNITA del regreso de Chilavert era su respuesta física y futbolística. Con apenas 45 minutos jugados después del Mundial 2002 --el 31 de marzo, amistoso Paraguay-Costa Rica-- y cargando con las acusaciones de sobrepeso que energizaron su conflicto con el Racing de Estrasburgo, Chilavert decidió aceptar una recomendación del técnico argentino Marcelo Bielsa, de quien se hizo amigo en Vélez durante la temporada 1997/98. En junio se internó en el Centro Adventista Vida Sana, ubicado en Villa Libertador San Martín, a 51 kilómetros de Paraná, capital de Entre Ríos. Acompañado por el preparador físico Gabriel Macaya, que trabajó con él en Vélez y en la selección guaraní, realizó un intensivo tratamiento anti estrés y una terapia específica para combatir la obesidad. Aferrado a una dieta sin carnes, basada en frutas y verduras, Chila se entregó a una rutina que incluyó actividad física localizada, caminatas, hidroterapia, masajes, natación y alternativas meramente recreativas, como música, jardinería y paseos campestres. ¿El resultado? Optimo: bajó de 104 kilos a los 96,700 con que se presentó a la primera práctica con Peñarol. Según el cuerpo médico, debía fortalecer un poco la masa muscular y eliminar algo más de tenor graso, para situarse en los 94 kilos. Pero el mayor déficit de cara al debut era “la falta de arco”, el ritmo y la distancia que sólo se adquiere jugando por los puntos. Mantuvo el arco invicto en los tres primeros partidos, sendas victorias de un Peñarol utilitario, todavía sin convencer. Y en el último minuto del cuarto triunfo, ante Wanderers, tapó un mano a mano espectacular, asegurando los puntos que le permitieron marcharse de gira por Europa y Ecuador con la ilusión fortificada. Peñarol contrató a una leyenda del fútbol para nutrir su historia y retornar a la ruta que todos quieren transitar: la vuelta olímpica. Por ahora, todo salió redondo como la pelota. Muy simple: que haya un Chila Light no significa que esté exento de fortaleza... Segundo mandamiento del guaraní: "Los que afirman que lo importante es competir nunca ganaron nada. En el fútbol, lo importante es ganar." ¿CHAU, SELECCION? DIJO QUE le sobraban ofertas: varios equipos de la Argentina, otros del Paraguay, el Bolton inglés, la incipiente liga de Qatar... Finalmente, Chilavert optó por Peñarol. Elección entendible a partir de la grandeza de la institución, pero también estratégica, para que la selección guaraní le quedara al alcance de la mano. Todo marchó bien, hasta que el paraguayo sorprendió con su enésima renuncia a la albirroja, hoy dirigida por el uruguayo Aníbal “Maño” Ruiz, “Me siento traicionado --dijo José Luis Félix-- y no pienso volver a la selección. Los directivos hacen muy mal las cosas. Raúl Amarilla es el ayudante de campo porque es amigo de un vicepresidente de la federación, con quien va a jugar al golf. También designaron a un médico (Osvaldo Pangrazio), que es incompetente o no reúne las condiciones para el cargo. Y me molesta que un empresario deportivo le impida a un jugador joven vestir la camiseta nacional. No comparto esos manejos. Chilavert no necesita a Paraguay; Paraguay necesita a Chilavert. Para mí, es un capítulo cerrado”. ¿Usted qué cree? Hummm... ELIAS PERUGINO
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Diciembre 2017
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