Cerca de 25 mil hinchas de Vélez fueron a ver a su ídolo en el partido despedida; en el que jugaron estrellas como Zamorano, Valderrama, Higuita y Francescoli. Entre esos furiosos aplausos se escuchó el último Chi-la-vert, Chi-la-vert, la Ofrenda del pueblo velezano a uno de los grandes ídolos de la historia del equipo de Liniers mientras daba su merecida vuelta olímpica. Y sonó bien fuerte en el partido despedida del carismático arquero paraguayo de 39 años ante 25 mil personas. Allí, en la cancha que lo fue alimentando de gloria y que lo juntó otra vez con sus compañeros de triunfos y proezas, con los cuales ganó nueve títulos. Con su gente, nada menos, en un festejo lleno de emoción que tuvo la victoria del Vélez campeón de todo y un combinado de figuras del fútbol sudamericano por 2 a 1 y con un gol suyo de penal. El clima había hecho de las suyas el domingo, por eso el homenaje pasó para ayer. Pero no cambió el humor y la alegría de los que pisaron el Fortín. Una de las ovaciones, sin duda, se la llevó Chilavert cuando ingresó a la cancha. Rodeado de estrellas, el paraguayo disfrutó de los mismos compañeros --sólo no estuvieron Trotta y Sotomayor— con los cuales se consagró campeón local, en la Libertadores 94 y campeón mundial allá en Tokio y ante el poderoso Milán. Con los que jugó entre el '92 y el 2000 y los primeros seis meses de este año más de 350 partidos. Fue un reencuentro con la gente y con La Pandilla a full con sus banderas y sombrillas. Todo pasó por el show de Chila. El mismo que acercó a cientos de familias y a los hinchas con sus remeras con el bulldog que llevó el arquero durante mucho tiempo. Y las infaltables banderas de agradecimiento que le dieron un toque diferente a la despedida. “Tú has ganado todo”, rezaba una de fondo azul con letras blancas y abajo un “Gracias Chila”, firmado por el Movimiento 1/12, la París. Claro que hubo un rato de fútbol entre los cincuenta jugadores que vinieron a saludar a su amigo. Pero todo fue para Chila. Primero le pegó en un tiro libre que salió cerquita del travesaño, a los 16 minutos. Y luego fue la hora de patear un penal a los 23, después de un foul de Morel Rodríguez al Turu Flores en el área. El colombiano Higuita fue a la izquierda, Chilavert le dio suave al otro palo. Gol y festejo para la gente que esperaba ese momento sublime. Si los espectadores hasta se prendieron en patearle penales al paraguayo. Incluso el árbitro Ángel Sánchez se dio el gusto en hacerle un gol. Es que la gente fue a vivir la fiesta junto a su ídolo. Y tuvo la chance de ver al multicampeón y también la clase del uruguayo Francescoli, el talento de Valderrama o la capacidad de gol de Zamorano, que hizo uno. Luego vino el segundo tiempo --Chila jugó 6 minutos para las Estrellas-- y la emoción se podía sentir a flor de piel. Era la fiesta de Chilavert, en su casa y con sus hinchas, los mismos que lo convirtieron en ídolo. Por eso se escuchaba el “Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, no es el Loco ni el Pato, es el famoso José Chilavert”. Fue la despedida de un ganador, con fuegos artificiales, incluidos. “Es lo máximo --dijo llorando--, y le doy las gracias a los hinchas de Vélez porque los llevo en mi corazón”. Aperitivo con música, murga y las figuras Hubo un buen aperitivo que también se convirtió en fiesta antes del último partido de José Luis Chilavert. No le faltó nada; hubo música, murga y aplausos para todas las figuras. En una tarima, el cantante Adrián Otero --líder del conjunto Memphis la Blusera--, abrió los festejos, obviamente, vestido con la camiseta de sus amores con la V en el pecho. Después le tocó el turno a Fortineros de Corazón, la murga oficial del club. Hubo colorido, despliegue y contorsiones de sus integrantes de diferentes edades. La murga sabe lo que es pisar el césped: está siempre antes de los partidos de Vélez. Unos minutos más tarde se vino lo mejor. Porque los jugadores comenzaron a salir de a uno y a recibir los primeros aplausos de la noche. Hubo una excepción; el que recibió silbidos y muchos insultos fue el árbitro Ángel Sánchez. En cambio se llevaron una gran ovación Carlos Bianchi, el Turco Asad y el Turu Flores. Hasta que le tocó el turno al hombre de la noche: Chilavert. Y Chila apareció en el campo de juego entre bombas de estruendo y papelitos, vestido de negro y envuelto en una bandera argentina y paraguaya. Fue la primera ovación para él. Las otras, las que seguramente guardará en sus retinas, llegaron más tarde. En su noche. EL NUMERO 62 goles oficiales anotó Chilavert: 48 en Vélez, 4 en Peñarol, 1 en Zaragoza, 1 en Estrasburgo y 8 en la Selección de Paraguay. Adelantado en el show por DANIEL LAGARES Con el cielo en sintonía a las tempestades que supo levantar, el self made man guaraní acaba de escribir el The End. En su estrategia simplista pero eficaz Chilavert eligió ser malo para sobrevivir en la jungla de la pelota. “Hay que saber atender el marketing” es su frase de cabecera. Adelantado, entendió antes que todos que la industria del entretenimiento ya se había devorado al fútbol y hacía la digestión en las pantallas de tevé. Partió de sus virtudes futboleras y, el resto, relaciones públicas. Quien sale del anonimato sale de la selva. Chilavert lo supo siempre pero pagó el peaje de la popularidad aceptando que su talento real se considerara secundario. Y hasta prescindible. Se hacía el malo con ese bulldog kitsch de la remera y no se ocultaba como ejemplo de dudosa redención tomándose vacaciones en Manhattan y vistiendo Hugo Boss. Buen cóctel, buen marketing. “Los arqueros no ganan partidos, a lo sumo evitan perderlos”. Defunción a la frase, que si no existió debería haber existido para entender mejor al Chilavert arquero-jugador. ¿Cuántos jugadores mejoran su técnica después de los entrenamientos? Cuando la mayoría se tira de cabeza al Play Station de las concentraciones o a sus 4x4 con el celular colgando de la oreja como una mutación genética, él se quedaba pegándole a la pelota desde 30, 40 metros. Algún beneficio sacó. ¿Cuántos individualistas entienden trabajar en grupo? Sólo desde siempre, siempre Chilavert fue para sí, pero fue clave en la convivencia de los planteles que integró, en Vélez y Paraguay. Ahora dirá que quiere ser técnico o presidente de Vélez. O de Paraguay y, si pudiera, de Estados Unidos. Da lo mismo, hasta que construya el perfil post-futbolista. Debajo de la cáscara seguirá viviendo el gurisito de Luque, el que se inventó, el que ahora se lleva un trozo de historia, legítimo campeón de sí mismo. GUILLERMO TAGLIAFERRI
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Diciembre 2017
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