Una historia real De chico se escapaba de la siesta para poder jugar al fútbol. Aquel delantero goleador no sospechaba que sería el mejor jugador de mundo… pero como arquero. A José Luis tenía seis años y vivía en Ñu Guazú, un barrio de Luque, cerca de Asunción, la capital del Paraguay. Era el tercero de cuatro hermanos varones. Cuando todavía no iba al cole, se encargaba de ordenar las tres vacas de la familia y de vender la leche entre los vecinos. Su mayor diversión era el fútbol. Jugaba con sus hermanos en una canchita con arcos de caña tacuara. Lo hacían descalzos, porque las zapatillas tenían que durar todo el año (Don Catalino, el papá, se enojaba muchísimo si las ensuciaban con la tierra colorada de las calles). Después se bañaban a baldazos con el agua que sacaban del aljibe. Una mañana iba hacia la escuela, y un compañero lo venía cargando. José Luis no aguanto y lo agarró a piñas con tanta mala suerte que le rompió el delantal. El chico se fue llorando: era el único que tenía. Entonces, Nicolasa, la mamá de José Luis, le regaló el mejor guardapolvo de su hijo. Fue un castigo ejemplar, que le enseñó el sentido de justicia. En Ñu Guazú, había un solo televisor en blanco y Negro: el del almacén. Allí parado contra el mostrador, vio el Mundial de fútbol de Alemania de 1974. Le encantaba ese deporte y se prometió luchar hasta llegar a ser un gran jugador. Pero faltaba mucho, sólo tenía nueve años. Por las tardes, el calor paraguayo obliga a dormir la siesta. A José Luis no le gustaba, así que se hacía el dormido y, cuando oía los ronquidos de su papá, se iba, sin hacer ruido, para la canchita de atrás de su casa. A veces se olvidaba de volver antes de que la familia se despertara y tenía que aguantar los retos. MÁS TRAVESURAS El colegio tenía una disciplina muy rígida, y nadie quería a la secretaria. Una vez, mientras ella estaba en el baño, José Luis y algunos compañeros, parados sobre el inodoro del baño de al lado, le tiraron un sapo sobre la cabeza. El grito que pegó hizo salir corriendo a toda la escuela. Por suerte, nunca se conoció a los autores de la broma. Ya era un altísimo adolescente cuando participó en un partido entre solteros y casados, José Luis jugaba de nueve. Los casados estaban bastante gordos y, como temían que el delantero los llenara de goles, lo mandaron al arco. Era la primera vez que atajaba y lo hizo tan bien, que se fue a probar a Sportivo Luqueño..., donde lo tomaron. SIN DEJAR DE ESTUDIAR A Don Catalino no le gustó nada y no le daba plata para ir a los entrenamientos. Pero José Luis no quería abandonar sus sueños: iba y volvía caminando; recorría cien cuadras cada vez. Cuando quisieron contratarlo, el padre se enojó muchísimo. Finalmente, acepto con la condición de que no abandonara la escuela. José Luis se recibió de perito mercantil y comenzó a estudiar Ciencias Económicas. A los quince años, le llegó la oportunidad. Debutó en la polvorienta cancha de River Plate de Asunción, y sorprendió a todos por sus excelentes reflejos y su sangre de líder. En 1985 llegó a San Lorenzo y comenzó a ganar mucho dinero. Mientras algunos de sus compañeros llegaban a los entrenamientos en autos caros, él viajaba en subte y en colectivo. Le decían amarrete, pero no le importaba; en poco tiempo, compró una casa para sus padres. De allí pasó al Zaragoza de España, donde adquirió fama de arquero goleador. En 1991 volvió a la Argentina para jugar en Vélez Sarsfield. Ali vivió lo mejor de su, carrera ya que salió campeón varias veces: ganó la Copa Libertadores, la Interamericana, la Intercontinental y la Supercopa. Nunca pudo jugar un mundial con la selección paraguaya, pero, de su mano, se encamina hacia Francia '98. En el partido en que enfrentó a la Argentina, le marcó un gol a Burgos. Unos meses antes le había hecho otro desde 60 metros; esas imágenes recorrieron el mundo. El presente personal de José Luis es paralelo al de Vélez. Fue elegido mejor arquero del mundo, y su presencia en la cancha inspira en los rivales tanto respeto como el bulldog que lucía en su camiseta. En su país es un ídolo. Actualmente, encabeza una campaña para mantener limpia la ciudad de Asunción y sueña con la presidencia del Paraguay. Si se tiene en cuenta el cariño que le tienen en su tierra, no parece tan imposible. iQUE LO VENGAN A VER, QUE LO VENGAN A VER...! ...Y NO ERA UN CUENTO El protagonista de esta historia es el paraguayo José Luis Chilavert. El año pasado fue consagrado como el mejor arquero del mundo. Es tan seguro en el arco que, en un programa de televisión regalaban un departamento a quien pudiera meterle un gol. Es que este campeón se ataja todo. PABLO ARO GERALDES
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Diciembre 2017
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