No hay grises para él. Las cosas son blancas o negras. Le pega duro, entre otros, a Francescoli, Islas, Navarro Montoya y defiende a Maradona, Passarella y Ramón Díaz. La voz gruesa, el gesto adusto, la palabra firme, el cañón a flor de lengua. José Luis Félix Chilavert González es el mismo de siempre. Pasan los años, los campeonatos, pero él se mantiene con su perfil alto. Con su personalidad arrasadora, con la polémica como aureola, con su carácter indócil, con frases altisonantes que sólo él es capaz de pronunciar. --La envidia es el impuesto al éxito, es el precio que hay que pagar. —¿A vos te tienen envidia? --Por supuesto. Y de las dos, de la sana y de la mala. Pero a mí me importa lo mío: no tengo que cambiar nada. Así me va bien. El otro día, cuando llegamos a la cancha de Boca, bajé del micro y un hincha me escupió en la cara. Lo miré a los ojos y le pregunté: “¿Te sacaste las ganas?”. El tipo me puteó de arriba a abajo. “Anda tranquilo que después, en la cancha, las ganas me las saco yo”, le dije. Querían que reaccionara. Pero esa vez demostré lo que es un profesional. Un futbolista tiene que estar concentrado los 90 minutos y nunca ponerse nervioso. A mí nunca me expulsaron por pegar. Nadie puede decir lo contrario. Hice tiempo, besé una pelota, pero nada de agresiones físicas... —Pero jugas al límite. A veces irritas... --Yo pienso que un arquero tiene que jugar al límite. Debe manejar los tiempos, comerse una amarilla para enfriar cuando a su equipo lo aprietan... Son situaciones que hay que manejar. —¿Boca es especial? El Bambino Veira te quiere y varios dirigentes también, a pesar del rechazo de algunos hinchas... --Se está hablando mucho, pero todavía no sé nada. Cuando jugamos la última vez, algunos querían hacer un duelo con el arquero de Boca. Me tiraron huevos, me insultaron... Y yo nunca hablé de Boca ni de nadie. —Pero dijiste que Guzmán no existe... --Él había atacado primero cuando dijo que conocía mis puntos débiles, que no era perfecto, Bueno, tendría sus razones para asegurarlo... —Y vos le gritaste el gol de penal en la cara... --No, me saqué las ganas porque era una responsabilidad total. Hay que ir a patear un penal 1-O abajo y en un estadio contrario. —¿Te habías entusiasmado con la revancha contra Argentina en Asunción? Habías dicho que, si podías, nos ibas a hacer dos goles. --Uno no puede pensar en el día de mañana. Lamentablemente no voy a poder estar porque le pegué a Asprilla. —¿No fue un error tonto el tuyo? Le pegaste a Asprilla cuando ya estabas expulsado... --Puede ser, pero estaba muy caliente, con más de 180 pulsaciones. Puede ser un error, puede ser... En Liniers se convirtió en bandera y roza la imagen de mito. Dicen los que peinan canas y lucen espaldas encorvadas que no hubo ningún arquero igual. Eso sí: pasando la "zona de exclusión” - Villa Luro y Flores, las líneas se dividen entre los que lo admiran y los que lo odian. —¿Y River? Se dice que también te quiere... --Lo escuché, pero no sé nada. Ni de Boca ni de River. —¿Qué te seduce más: River o Boca? --A mí me gustan los desafíos fuertes. —¿Y cuál es más fuerte? --Me parece que Boca es una apuesta más fuerte. Hace mucho que no sale campeón. En River, por más que haya perdido terreno, las cosas están bien. Son situaciones. Tiene muy buenos jugadores, un presidente inteligente, un técnico que no le cae bien a los periodistas pero que ha ganado cosas importantes... Claro que siempre hablando de una oferta conveniente. Si no, en Vélez estoy cómodo. —¿Qué te parece el Pelado Díaz? --Si los jugadores lo aprecian al técnico, todo se facilita. Si por ahí él tuvo roces con algunos, puede ser porque esos jugadores no tienen nivel para jugar en River. Pero no me gusta profundizar porque no sé cómo es la relación. Ramón Díaz me parece una gran persona y un excelente técnico. Yo también tuve técnicos que no me gustaban, pero los respetaba. Todo pasa por el respeto. —¿Querés irte de Vélez? --Ya hablé con Raúl Gámez: si no me transfieren, me deberán resarcir en la parte económica. Será duro, pero no imposible. —El no te va a vender, se juega el sillón presidencial... --Ese es un problema suyo. La gente debe entender que no hay que ser egoísta. Yo le di todo a Vélez, este plantel hizo grande al club. El presidente también sabe que debe vender para solventar los contratos. Yo no presiono, pero tampoco soy tonto. El fútbol es corto y hay que aprovechar las etapas. —Vos presionas, José. --Yo hablo directamente. El presidente se va dentro de cuatro años, termina su mandato. Pero si las cosas no salen bien, nosotros nos vamos para siempre del fútbol. Cuando a un arquero le hacen goles tontos, la gente insulta. Y yo prefiero asegurarme el futuro, soy muy realista. Por eso pido que no me hagan perder una buena oportunidad. Siempre lo rodea un halo de polémica. Hombre de no callarse nada, responde a fondo y sin piedad cuando lo atacan. No mide las consecuencias si se siente herido. Días pasados fue el blanco elegido por otro arquero polémico. —Islas te pegó duro. Dijo que tendrías que ser más respetuoso de tus compañeros y que, si te levantás el buzo, se te cae la panza... --No quiero responderle a Islas. —iJosééé...! --Sólo le digo que el fútbol es para hombres. Él sabe muy bien de qué estoy hablando... —¿De qué? --Ustedes, que son periodistas, averigüen qué pasa con el masajista del Toluca, en México. El fútbol es para hombres, nada más. Aparte, ser gordo no es ninguna ofensa. Acá, en Vélez, nunca me dijeron gordo. Me da lástima por él, porque nunca ganó nada. Habla de envidia. Es un fracasado, no existe. “LA ENVIDIA ES EL IMPUESTO AL ÉXITO, ES EL PRECIO QUE HAY QUE PAGAR. A MÍ ME IMPORTA LO MÍO: NO TENGO QUE CAMBIAR NADA ASÍ ME VA BIEN”. —Navarro Montoya dijo que vos fracasaste en España y que él está triunfando, que es el mejor arquero del mundo. --Esto es sencillo: yo a los 23 años estaba jugando en Europa. Estuve cuatro temporadas allá. Si hubiera fracasado, no hubiera podido durar tanto tiempo. —Tampoco es “tanto tiempo” cuatro años. --El hace dos meses y medio que está y ya habla. Pensó que era Dios y no sabe que Dios hay uno solo. Ahora quiero ver cómo le va. Además, él fue a Europa recién a los 31 años... Todo eso lo viví. No sé a qué llama fracasar, el primer año me eligieron el mejor arquero de la Liga Española. —¿Y por qué te fuiste? --Porque entró un presidente nuevo, con sus negociados, y eliminó a los extranjeros. Navarro Montoya debe ser realista para poder triunfar en España. Hay que ser un muy buen profesional y no vivir en una burbuja. A él le salieron bien uno o dos partidos y se creyó el mejor. En las encuestas que salen, no lo veo, ni figura. Quizás porque está en el puesto mil quinientos, qué sé yo... Pero, bueno, yo sigo mi camino. Nunca necesité estar rodeado del poder para ser lo que soy. Otros no pueden decir lo mismo. —¿Te molesta que te odien? --Me siento orgulloso de que me hayan elegido como el más odiado. Me encanta. Porque eso significa que genero envidia. No pueden decir o hacer lo que hago. —¿Dicen que no respetas los códigos del fútbol? --No sé cuáles son. Yo sólo conozco los de la vida: las leyes, las normas del tránsito. En fútbol me levanto, voy al gimnasio, me entreno con mis compañeros, trabajo. No conozco otros. —En el fútbol existen esos códigos. --No puedo entender que en la vida se manejen con total suavidad. El fútbol es un juego de roces y de palabras, de comunicación. Yo hago mi vida, no me maneja nadie. Si con mi filosofía he ganado todo sin respetar los códigos, prefiero no respetarlos. Con el Fiat 600 me va bien. “A MI ME GUSTAN LOS GRANDES DESAFÍOS, Y ME PARECE QUE JUGAR EN BOCA SERIA UNA APUESTA MAS FUERTE QUE HACERLO EN RIVER”. —Físicamente estás mejor. Bajaste de peso. Aflojaste con los postres... --Yo no puedo salir a responderle a todo el mundo. Los jugadores saben si están bien o mal. —¿Y vos cómo estabas? --Mal, se me había roto el tendón del aductor izquierdo y una vena del pubis. Como tenía que jugar en la Supercopa, me ponían inyecciones con cortisona para calmarme el dolor. Y por eso me hinché. Pero me sentía orgulloso de que me dijeran “gordo”: —¿Por? --Porque gordo y todo nadie me superó, seguí siendo el mejor. Ahora me saqué toda la cortisona y estoy bien. Nunca perdí los reflejos. —Hace nueve meses estabas en boca de todo el mundo: el gol a Argentina, el fallo por los incidentes contra Gimnasia en La Plata, tus polémicas... --Es que mi figura vende. Como no me guardo nada... Es el premio de la fama, hay que saberlo asimilar, nada más. —¿Cuánto hay de personaje en vos? ¿Esa cara de malo es una pose? --Soy auténtico. En la cancha tengo que hacer mi trabajo. Si trato con delicadeza a los rivales, me pisan la cabeza. Yo tengo una imagen que imprime respeto, por eso los contrarios a veces -en los mano a mano, me entregan fácilmente el balón. Pero no soy de matonear... —iiEhhh...?! No sos ningún santo, José. --Si me insultan yo contesto. Es el juego psicológico dentro de una cancha. Pero afuera soy una persona normal, tranquila. Nunca me creí mejor que mis compañeros, sí en mi puesto. —¿Le guardas rencor a Ruggeri? --Nooo, yo no tengo rencores. Por ahí se calentó y me tiró esa patada alevosamente. Pero ya está. Hay que reconocer que somos dos calentones: él quiere ganar y yo también, discutimos y listo. —El reconoció que directamente fue a lesionarte. --Hay que ponerse en la piel de cada uno. San Lorenzo estaba perdiendo con nosotros y se pasó de vueltas. —¿Te sentarías a tomar un café con él? --No tengo inconvenientes. El hace su vida, sale en televisión y juega en San Lorenzo. Yo juego en Vélez y nada más. —¿Y con Maradona? Hay dos juicios en el medio... --A Diego siempre lo respeté como jugador de fútbol. Como persona no lo conozco. No estoy en el núcleo de su familia. —Dijiste que no puede ser ejemplo por el tema de la droga. --Yo dije que cualquier persona que está metida en la droga no puede ser ejemplo. Pero no me refería sólo a Maradona. Muchas veces, el periodismo le pega palos durísimos y al día siguiente lo halaga. Esas cosas me molestan mucho. Hay que respetarlo por lo que le dio al fútbol argentino y lo que significa a nivel mundial. —Epa...! --Es verdad. Ojalá que pueda volver a Boca. Sería un incentivo para el club y para él. La técnica no se pierde. —¿Para vos sería un orgullo jugar junto a él? --Más que orgullo sería un privilegio, no cualquiera puede estar al lado del mejor jugador del mundo. Es un referente en su puesto. En un país históricamente rico en arqueros, un paraguayo es profeta en tierra ajena. Cosa de no creer. Claro, él también levanta una imagen impertérrita, inexpugnable. Más por personalidad que por espectacularidad. Conoce sus virtudes y también sus defectos. Pero, sobre todo, estudia los de los demás. Trata de aprovechar todo. —¿Por qué no hay arqueros indiscutidos en la Argentina? --Porque los directivos se están equivocando. En los planteles de fútbol no hay entrenadores exclusivos para arqueros, en las inferiores no se trabaja en eso. Y no cualquiera puede ocupar ese puesto. Hoy en día, un buen equipo empieza por un buen arquero. A un chico de 13 años nadie le enseña cómo tiene que poner las manos, cómo embolsar, cómo salir en un centro, cómo achicar... Nadie habla de los secretos principales. Y si no los trabajan a esa edad, cuando tienen 19 o 20 años se les nota enseguida. —¿Vos notas los defectos de los arqueros en nuestro fútbol? --Sí: no sujetan los balones, no los embolsan y les cuesta mucho salir a bajar un centro. Además, no trabajan demasiado con los pies. Todo es cuestión de aprender. Yo me quedo trabajando un montón: pateo tiros libres, saques de meta, penales. Hay que practicar y aprender. —¿Burgos no aprendió? Pasó de que le hicieras un gol de sesenta metros a atajarte un penal... --No le enseñaron desde el principio. Es un arquero normal. Cuando me atajó el penal en Kobe, me insulté a mí mismo cinco veces. Le pegué mal al balón y me salió al medio. Él me dijo palabras muy fuertes, yo le iba a responder pero me frené. Pensé: “No, mejor me voy a concentrar para ganar”. Por suerte tapé dos penales y mis compañeros metieron el resto. —¿Quién es el mejor arquero argentino? --Pablo Cavallero y Buljubasich, el de Central. —¿Y Nacho González? --Es un muy buen arquero. Lo importante es que siga trabajando, que crezca, que sujete los balones y que salga jugando con los pies. Creo que puede ser mucho mejor todavía. Me gusta muchísimo. Por algo está en el arco de la Selección Argentina. —¿Los golpeó la derrota con el Cristal? --Fue duro, pero en el fútbol suele pasar. Vélez posee un plantel inteligente. Es una pena quedar afuera de la Copa, teníamos muchas ilusiones. Pero al día siguiente dijimos: “Empezamos de cero". Y largamos. Vamos a ver si llegamos. Lo que pasa es que malacostumbramos a los hinchas y a todo el pueblo argentino con nuestros triunfos. En el fondo, estamos muy orgullosos de eso. —¿Se pueden caer? --No, para nada. Hay gente inteligente y fuerte anímicamente. Acá se habla mucho. Y todos: Morigi, Pandolfi, Husaín... Hasta los más pibes. Existe el respeto. A la hora de trabajar, se labura a full. Y cuando jugamos, nos reímos todos. Un ejemplo es Asad, un fenómeno de tipo. Le tengo una especial estima. Es humilde, trabajador, se hace querer, está siempre al lado de cualquier compañero. Da alegría. —¿De qué te arrepentís de tu carrera? --De nada. —Ni siquiera de haber sido muy duro con Amadeo Carrizo, quien dice que sos el mejor arquero. --Él se metió con mi trabajo. Defendí lo mío, mi puesto de trabajo. Cuando dijo que Burgos era el mejor, allá él. Los extranjeros que estaban interesados en Chilavert y leyeron en EL GRAFICO lo que decía una gloria como él, pudieron haber pensado que yo no existía. —Pero haberle dicho que por él le dicen Gallina a River... --iY si es verdad! Como persona lo respeto. No comparto su opinión, nada más. Ganó casi todo. Hoy, a los 32 años, también tiene objetivos. Más allá de una transferencia o de otro título inmediato en Vélez, sus ojos apuntan a un lugar más lejano: Francia '98, una asignatura pendiente. —¿Cuál es tu sueño, hoy? --Convertir un tiro libre en un Mundial. Ojalá que nos clasifiquemos para Francia. —Están cerca. --Sí, pero todavía no llegamos. Tenemos un plantel joven, con experiencia y futuro. En un Mundial eso pesa. Ojo, que podemos ser candidatos. —¿Y Argentina? --La prensa es muy sensacionalista. Muchos no lo quieren a Passarella, pero todos lo pedían. Y no deberían dejarse llevar por el exitismo. Argentina va a clasificarse: tiene buenos jugadores, que saben lo que quieren. Además, un técnico con mucha personalidad, que muere por sus ideas, cosa que me parece loable. Cuando uno es honesto y trabajador, a la larga le salen bien las cosas. Argentina es una potencia en fútbol y será candidata en Francia. —¿Te cambió en algo la muerte de tu padre? --No me cambió, pero sí me dolió muchísimo. Todo el peso de mi familia lo llevo yo. Somos cuatro hermanos que le damos duro. Mi lucha constante es que no les falte nada a ellos. Por eso me resbala que me critiquen, mi objetivo es que los míos estén bien. Mi mujer, mis hermanos y mi madre son sagrados. Yo sé que mi padre me está cuidando desde el cielo. Y mi mayor orgullo es que haya visto todo lo que hice en las canchas. ¿Sabes algo? Su última foto se la sacaron en EL GRAFICO. Y yo no me olvido de eso. A ustedes les voy a estar siempre agradecidos. “FRANCESCOLI DICE UNA COSA Y DESPUES, PUBLICAMENTE, NIEGA TODO. DENTRO DE LA CANCHA PEGA BASTANTE Y NADIE LE DICE NADA”. —José, se dijo que la capitanía de Vélez se la dieron a Pellegrino porque muchos compañeros no te quieren... --Pregúntales a ellos. Yo la cedí porque se la merecen más todos aquellos que se iniciaron en Vélez. Uno puede ser una figura a nivel mundial, pero cuando se puede ayudar a crecer a buena gente, es importante hacerlo. Acá, en Vélez, Pellegrino se lo merece: siempre trabajó durísimo para llegar y es el resultado de su profesionalismo. Todos pueden ser capitanes: Cardozo, Bassedas, el mismo Camps... Son todos buenos chicos y con muchas convicciones. —¿Tenés amigos en Vélez? --Sotomayor, Herrera, Cardozo, el mismo Pellegrino... Son personas hermosas. —¿Para qué está Vélez? --Para mí es el mejor equipo del mundo. Hoy por hoy, no tengo dudas. Tranquilamente podríamos jugar con Juventus. Lástima que tuvimos esa noche negra contra el Cristal. —En la que te agarraste con Balerio... —¿Con quién? —Con Balerio, el arquero. --iPor favor! ¿De qué estamos hablando? Ese señor no existe. ¿Sabés lo que me dijo cuando terminó el partido? “Anda, qué vas a ser el mejor arquero del mundo si quedaste eliminado de la Copa. Fuiste, querido, fuiste”. ¿Justo él, que fracasó en Uruguay y Argentina, que siempre fue suplente, oscuro, me viene a decir eso? Seamos serios. —¿Por eso te ofendiste y lo agrediste? --No, lo que pasó en la cancha no lo voy a decir. Sólo aseguro que ese pobre tipo es un fracasado. —Francescoli también te dio. Dijo que no compartía algunas declaraciones tuyas, que hablas mucho en caliente... --Francescoli también dice una cosa y después, públicamente, niega todo. Habla mal de ciertos periodistas, pero no va de frente. Dentro de la cancha él pega bastante y nadie le dice nada. —No, José, él no pega patadas. --Lo que pasa es que él tiene cara de santo y yo de malo. En la vida hay que ser sincero. Digo lo que siento. Si alguien me cae mal, se lo digo en la cara. No necesito hablar mal por abajo y después desmentirlo públicamente. Pero cada uno hace su vida y punto. Ya está. Yo tengo cara de malo y no la puedo cambiar. Soy un negro feo y lo reconozco... MIGUEL ANGEL RUBIO
|
Digitalizado porArchivos
Diciembre 2017
Categories |