En estos tiempos de temores y mezquindades los aspectos psicológicos gobiernan el fútbol. Y aquellos que saben aprovecharlos quedan ubicados en el centro de la escena. Por seguros de sus fuerzas o por vivos. Los ejemplos no abundan, pero están. El chico Matías Almeyda acaba de ser protagonista de una transferencia récord. Una carga o un respaldo, según se la tome. Como tiene su personalidad asumida jugó ayer con el agrande de quien sabe que no defraudará. Es un caso. Pero el eje de la tarde en Núñez tenía dos protagonistas excluyentes: Gabriel Batistuta y José Luis Chilavert. Por motivos dispares, pero de esenciales fundamentos psicológicos. Batistuta -recuperado de su lesión, después de sus vacaciones, nominado por casi todos como el mejor goleador del mundo-venía de demostrar su potencia con los dos goles que le valieron a la Fiorentina la Supercopa de Italia, frente al Milán, en Milán, nada menos. Y para completar, Passarella le entregó la cinta de capitán. El desafío era transformarse en el goleador máximo de las selecciones argentinas de siempre. Y para hacerlo debía ganarle el duelo a Chilavert. "Chilavert es un buen arquero. Pero yo estoy acostumbrado a hacerles goles a los buenos arqueros", dijo, para demostrar su fortaleza espiritual, sin soberbia pero con contundencia. Las razones psicológicas las transformó en reales en cuanto tuvo un tiro libre a favor. Y no importó que la posición fuera incómoda (a la derecha). Hizo algo que no es su especialidad: el chanfle. Pero al revés, hacia el palo del arquero. Y lo dejó al orgulloso Chilavert manoteando el aire. Estocada fatal en el duelo. Batistuta lo ganaba por seguridad en sus fuerzas. Pero si la personalidad de Chilavert tiene algunas facetas irritativas nadie podría acusarlo de tonto. O de lento para manipular las circunstancias favorables. “Me gustaría hacerle un gol a la Argentina”, había anticipado. Porque lo creía, y para preparar el terreno de la presión psicológica, que cobró altura cuando entró al campo para hacer los ejercicios de calentamiento, una hora antes del comienzo. Con el partido en curso y con el gol de Batistuta adentro, necesitaba un golpe de efecto para dar vuelta la situación. Y llegó el tiro libre. El murmullo del estadio dio cuenta de la tensión que él había sabido crear. La estampida de los fotógrafos de un arco al otro, también. Y la víctima principal fue el propio Germán Burgos. Porque fue un tiro sin rigor el que salió del pie izquierdo del paraguayo, hacia su propio palo. Pero la pelota se le escurrió por las manos y el cuerpo -como si fuera un fantasma- en su extraño camino a la red. Chilavert hizo el giro completo Por vivo. Después casi no intervino el arquero paraguayo. Porque Argentina no supo llegarle. Pero él se encargó de manejar los tiempos desde su arco. Con los gestos, con las demoras en los saques. Y, al final, sus compañeros lo llevaron en andas y lo ofrecieron a las delirantes tribunas partidarias. Metió audacia, algo que no abunda, y de puro vivo se quedó con la imagen del héroe. A pesar del dudoso gol en su arco y de la ayuda de Burgos en el suyo. Y Batistuta, que le había ganado el duelo, se fue con la cabeza gacha. Para certificar que los aspectos psicológicos, en gran medida, gobiernan el fútbol. A NAVARRO MONTOYA Y “A TODOS LOS QUE ME SUBESTIMARON” El gol y la irónica dedicatoria José Luis Félix Chilavert volvió a acaparar todos los elogios. Se sobrepuso a un clima hostil, que él mismo se hizo crear, con sus polémicas declaraciones. Supo amortizar un error en el gol de Batistuta con su fuerte personalidad para llevar al equipo hacia adelante. Y convirtió un golazo de tiro libre, con Burgos nuevamente como víctima, como en aquella destemplada noche de marzo cuando lo sorprendió con un remate desde 60 metros. Así es Chilavert. Ayer, una vez más, volvió a sorprender a todos. Por sus cualidades futbolísticas, por cierto ya incuestionables, y por su inmutable frialdad para erigirse en el protagonista absoluto de la conferencia de prensa. Se las ingenió para imprimirle su sello personal y controvertido a cada una de las respuestas. Como admitir que “ya entré en la historia del fútbol mundial, por ser el primer arquero que hace un gol de tiro libre en las eliminatorias” y dedicárselo a “muchos argentinos que me han subestimado”. No se olvidó de Navarro Montoya (“El Fiat 600 sigue entrando en la historia y el Mercedes Benz no sé si va a terminar jugando en Boca”) y del programa El Equipo de Primera, a cuyos integrantes -incluido el Mono-les dedicó el gol. Agregó también que “esto rompe el molde. Porque se piensa que los arqueros solo están para atajar”. Eludió cualquier consideración respecto al equipo de Passarella y pidió disculpas por su silencio. “Los argentinos están muy susceptibles conmigo, por eso solo hablo de mi Selección”, recalcó al justificar que “fue una ventaja que todos se preocuparan por mí, ya que eso les restó presión a mis compañeros”. “Paraguay es como Vélez. Somos una familia, en donde todos tiramos parejo”, dijo, para destacar después “la entrega y el coraje de cada uno de los jugadores”. Por último, declinó tener alguna responsabilidad en el gol de Batistuta: “El remate no me sorprendió. La pelota venía muy fuerte y bajó justo en el ángulo”. HORACIO PAGANI
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Diciembre 2017
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