José Luis Chilavert, Paraguayo, Arquero, Goleador. José Luis Chilavert es futbolista, juega de arquero, y él piensa que es el mejor del mundo, juicio que muchos comparten: entre ellos, su colega René Higuita. Corno nadie puede asegurar que ha visto a todos los guardavallas en actividad, y como sólo Chilavert sabe si es absolutamente sincero al juzgarse tan benévolamente, jamás se sabrá si la calificación es exacta. Sin embargo, Chilavert, paraguayo de origen aunque afincado en el fútbol argentino y últimamente en Vélez Sarsfield, ha ganado los torneos de Argentina, la Copa Libertadores de América y la Intercontinental, además de ser titular en el seleccionado de su país. Es, por fin y curiosamente, el arquero que más goles convirtió en el fútbol argentino. Este señor ha terminado un duro entrenamiento bajo 31 grados centígrados, pasó por una ducha y, sentado a una mesa, pide una botella de agua mineral (“Sin gas, con hielo”) y contesta, pacientemente, lo que uno quiera preguntarle, aunque reservará todo lo que avance sobre su vida privada ►El arquero —¿Qué debe hacer un arquero en el fútbol de hoy? --En primer lugar, debe tener personalidad. Segundo, debe transmitir seguridad a su equipo. Y tiene que tener profesionalismo. La base principal de un equipo es su arquero, un buen arquero. Con las nuevas reglas de la FIFA, los arqueros deben saber jugar con los pies. Un arquero que sepa hacerlo garantiza a su equipo un contragolpe rápido, goles de penal o tiro libre. Claro que ésos son excepciones, son pocos. Me parece que antes había arqueros que eran muy líricos: jugaban bien ciertos partidos, y contra equipos chicos se dejaban estar. Hoy los veo con más regularidad. —¿Usted es un buen atajador? --Yo no soy atajador. Soy un arquero que trata de estar siempre bien ubicado. No soy, volador, y los atajadores siempre andan volando. Mis imágenes como arqueros son Dino Zoff, el italiano, por la simplicidad con que resolvía situaciones difíciles, y Tony Schumacher, el alemán, por la personalidad y la agresividad que imponía desde el arco. —¿Le parece que sale bien del arco, o prefiere quedarse en la línea? --Depende. Creo que los arqueros deben salir cuando haga falta. Nosotros debemos resolver jugadas difíciles en un segundo, y es por eso que hay arqueros que sobresalen: por lo arriesgados que son y por ir a buscar pelotas aéreas. Hay muchos que prefieren quedarse en el área para no cometer errores. —Lo que usted sugiere es que algunos prefieren que les hagan un gol antes de pasar vergüenza por salir en falso, y que la pelota los supere. --Así es. Pero el arquero que sale y gana, da seguridad a su equipo. —¿Así que usted no tiene miedos, jugando? --No. Justamente, mi actitud es lo que me ha llevado a sobresalir entre los demás: tomar riesgos, salir a buscar la pelota o eludir a un rival fuera del área. Cosas que le han llamado la atención a la gente. —¿Usted sabe tapar o, como es muy corpulento, ciega a los contrarios? --Depende de las circunstancias. Cuando hay un mano a mano, la mayoría de las veces va a ganar el delantero, porque tiene la pelota dominada y la iniciativa. Pero otras veces me ha ido bien. Ayuda muchísimo el cuerpo porque, al ser grandote, la pelota puede dar en una pierna, en el brazo o cualquier otra parte del cuerpo. —Claro que no alcanza sólo con ser un grandote bobo... --Yo pienso que los grandotes bobos ni pueden estar en el arco. Hoy en día, el arco es el puesto más difícil, y no cualquiera puede ocuparlo. —¿Qué es lo que usted genera en sus adversarios? ¿Respeto o miedo? --Me parece que respeto. Por los títulos que gané y por la forma de ser. Ellos saben bien que conmigo, dentro del área, no se puede joder. Yo no ando con vueltas: salgo a chocar, y choco. Entonces, los rivales piensan. Y pierden ese segundo que el arquero debe tratar de ganar. Ahí está, también, la posibilidad de tapar una jugada de gol. Esto lo deberían saber todos los arqueros. —Los que hablan bien de usted, ¿aprecian sus condiciones como arquero, o se refieren más bien a su personalidad y hasta a su capacidad para hacer goles? --Yo rompí el molde del arquero. Como en su momento (Amadeo) Carrizo superó a los arqueros atajadores. —¿Por qué habla de Carrizo, si usted no lo vio jugar? --Vi los videos. Lo vi salir a gambetear fuera del área. Yo lo vi. Nunca hablo por boca de otro. En cuanto a mí, primero me juzgan como arquero porque soy el número uno en el arco. Después, no todos tienen el privilegio de mi pegada con la pierna izquierda, ni la personalidad de ir a patear un tiro libre o un penal cuando estamos 0 a 0. Hay que ir a patear un penal cuando el partido está 0 a 0. —¿Cuánto mide? --1m 88. Pienso que es la altura ideal para un arquero. Un poco más grande, ya empieza a faltar coordinación. —Lo veo delgado. ¿Cuida su peso? ¿Ha rebajado? --Sí, cuido mi peso. Pero no estaba subido de peso. Lo que pasa es que yo no puedo decirle al periodismo que en noviembre y diciembre de 1996 me pusieron veinte inyecciones de un medicamento que tiene cortisona. Estaba hinchado: no era gordura. El periodismo a veces me ha faltado el respeto por no saber algunas cosas. Yo tenía roto el tendón del aductor izquierdo y una vena del pubis. Me tuvieron que medicar para que soportar el dolor. —¿El del arquero es el puesto de la madurez? --Es el puesto que más ha evolucionado desde que se inició el fútbol. El arquero debe dar espectáculo, como hacía (Hugo) Gatti en su tiempo, en Воса. —¿Cuando usted hace las cosas que hace, en una cancha, es porque se divierte? ¿Piensa en la gente? --Lo hago porque lo siento así. Pocas veces pienso en la gente. Primero que nada, pienso en mi equipo. Antes que la diversión me preocupa la efectividad. —¿Usted goza jugando al fútbol? --Sí. Es mi trabajo, hago lo que quiero y me pagan por hacerlo. Hay que pensar en la gente pobre, que se levanta a las 5 de la mañana, viaja mal, trabaja hasta las 7 de la tarde, hace dos horas de fila para regresar, y gana 300 pesos por mes. Todo lo que nosotros hacemos no es sacrificio. —¿Con qué jugador se ríe al verlo jugar? --Con (Enzo) Francescoli. Con El Negro Marcelo Gómez, que parece tener cinco o seis pulmones. ►El peleador No es sorprendente la noticia de que Chilavert ha tenido un conflicto. Con un periodista, con un jugador, con algún dirigente. Eso no significa que él sea quien cargue con la culpa del episodio en todos los casos. Tampoco se lo encuentra dispuesto a reconocer esas circunstancias. A ver. —¿Se siente cómodo en situaciones de pelea o discusión? --Llevo dieciséis años en el fútbol de primera división, y nunca me han echado de ningún lado. No soy un generador de conflictos. Que alguna declaración fuerte no le haya caído bien a alguna gente, para mí...eso no es conflicto. Usted tiene que diferenciar. Chilavert (por primera vez, el arquero habla de sí mismo llamándose por el apellido, en vez de usar el sencillo yo) nunca ataca: primero me atacan ellos. Doy el ejemplo de (el actual guardavalla de Extremadura, Carlos) Navarro Montoya: los de Boca vinieron a buscarme, y él sale diciendo que no se puede cambiar a un Mercedes Benz-él- por un Fiat 600 -yo- Chilavert no atacó. —¿Debo pensar, entonces, que usted no busca esos entredichos para conseguir fama y notoriedad? --Claro, porque la fama y la notoriedad me la he ganado dentro de la cancha, y a nivel mundial. Otro ejemplo patético: muchos decían que yo hablaba por boca de ganso, porque no lo conocía a Carrizo, cuando dije que era amargo, que arrugaba en los partidos difíciles contra Boca. Esto es sencillo: él declara que (Germán) Burgos es el mejor arquero del fútbol argentino. Eso se difunde, y si supuestamente hay interés en Europa por Chilavert, dicen: "Entonces Chilavert no es un buen arquero." Porque se supone que Carrizo sabe de arqueros. Entonces, se está metiendo con mi trabajo. Yo no dejo que nadie se meta conmigo. —¿Acaso él no tiene derecho a opinar, aun equivocándose? --Pero no me puede desacreditar a mí, diciendo que yo no soy un buen arquero. —¿Es cierto que usted, peleando, es bravísimo? --Nunca me peleé. —¡Vamos! ¿En San Lorenzo nunca se peleó? --No. Con la barra brava, sí. La única vez que me agarré a trompada limpia fue con tres barras bravas de San Lorenzo, por defender a un compañero. Eran ellos o yo. Le iban a pegar a un compañero. —¿Y cómo quedaron los tres? --Uno quedó en el piso, y los otros dos quedaron ahí. —¿Cobraron mucho? --Yo también cobré. Yo no soy guapo: yo pego y recibo. —Sinceramente, ¿usted está convencido de que en la Argentina lo discriminan porque es paraguayo? --Yo siempre he dicho que quienes me discriminan son periodistas deportivos. No hablo de la sociedad argentina. Hay ciertos periodistas que deberían informar bien, no desinformar. —Así que lo discriminan por paraguayo. ¿Y qué tiene de malo ser paraguayo? --Pregúnteselo a ellos. A Marcelo Araujo, a (Guillermo) Nimo, a (Ernesto) Cherquis Bialo. —De modo que cree que ellos tendrían distinta opinión de usted si fuera belga... --O si agachara la cabeza y me dejara manejar por ellos. O les invitara a comer... como hacen ciertos colegas míos. —¿Hasta dónde podría llegar cuando pierde el control de sus actos? --Nunca perdí el control. De lo contrario, tendría que haberme dado vuelta y matarlo a trompadas a (Oscar) Ruggeri, por la patada que me tiró en el partido contra San Lorenzo. —Dentro de una razonable discreción, ¿qué opina su esposa sobre las actitudes públicas que usted tiene? --De mi vida privada nunca hablo. ►El político Chilavert sueña con un Paraguay convertido en una Suiza americana. Odia a la corrupción, a la que asigna condición estructural en América Latina. Se esperanza con la juventud paraguaya, y descree de los militares compatriotas. —Con toda seriedad, ¿usted aspira a convertirse en presidente del Paraguay? --Hay que aclarar bien este tema. Un día vino un periodista y me preguntó cuál era mi sueño imposible. Dijo imposible. Bueno, le contesté ser presidente de Paraguay. En mi país, la gente me quiere muchísimo y me pide que me meta en la política. Pero yo sé que la política es muy sucia. —¿También en Paraguay? --Toda América Latina está metida en una corrupción total. —Bueno, entonces esa posibilidad de su ingreso en la política queda anulada. --Anulada, no. En el fútbol tengo diez años todavía... si Dios quiere. Y uno nunca sabe lo que le espera más adelante. —Pensado entonces como hipótesis, ¿le haría falta alguna preparación para ingresar en la política? --Yo terminé mi bachillerato, soy profesor de guaraní, abandoné la Facultad de Ciencias Económicas en segundo año, me recibí de contador... así que. Pero en América Latina cualquiera puede ser presidente, hoy en día. Hacer política en serio es tratar de ayudar a la gente: no tratar de llenarse los bolsillos. Y rodearse de buenos colaboradores. Pero en América latina hace falta una buena Justicia, con mano dura. Cuando una persona del poder comete horrores, tiene que ir a la cárcel... como van los humildes. —¿En Paraguay lo votarían por su capacidad de administrador o por el sueño de trasladar su éxito futbolístico al gobierno? --La gente de mi país me quiere por mi honestidad. Me piden que me meta en política porque en América latina hay una corrupción total. Y la gente se ha dado cuenta. La gente no es tonta. Lo que ocurre es que no tiene los medios suficientes como para tirar abajo esa corrupción. —Describa la situación social de Paraguay. --La gente humilde está pasando hambre. Como en América latina. Yo lo tengo bien en claro, acabo de verlo en Ecuador, en Brasil. La gente pobre pasa hambre. En Paraguay tenemos la esperanza puesta en los 2 millones y medio de jóvenes. Esperamos que un día podamos sacarnos de encima a los militares y terminar con el tema de la corrupción. Y con los que solamente quieren tener mansiones, autos lujosos y millones de dólares. —¿A qué persona pública respeta usted? --Yo respeto a la gente pobre. A los pobres que luchan para poder sobrevivir hoy en día. Datos y datitos Nombre: José Luis Félix Chilavert. Nació: en Luque, Paraguay, el 27-7-1965. Casado con: Marcela (profesora de inglés). Hijos: “No tenemos. Nos gusta viajar y conocer países. Pero si vienen, con mucho gusto los recibiríamos”. Vive: en un departamento de tres ambientes. Cuando sea viejo será: no se imagina. Dinero: “No soy millonario”. A su mujer le regala: “Joyas, relojes”. La última vez que se enterneció: “Ayudé a una persona que necesitaba muchísimo poder sobrevivir”. Si tuviera todo el poder: “Habría menos ricos y menos pobres en el mundo”. JORGE LLISTOSELLA
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Diciembre 2017
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